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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1294

Samanta regresó a su mesa justo cuando un mesero se acercó a informarle que Leandro se había retirado a uno de los salones privados a descansar y que la vería más tarde.

Samanta buscó con la mirada a Gaspar entre la multitud y, después de componer su expresión, caminó hacia él con una copa en la mano.

—Gaspar, cuánto tiempo sin verte —dijo Samanta con una sonrisa que se esforzaba por parecer natural y una voz melosa.

Gaspar estaba conversando con algunos empresarios de la vieja guardia y, al oírla, apenas le dedicó una mirada de reojo, fría y distante, sin siquiera dignarse a mirarla de frente.

Samanta reconoció algunas caras conocidas entre el grupo; por la forma en que la miraban, supo que en el pasado también ellos habían malinterpretado su relación con Gaspar.

—¡No seas tan frío, Gaspar! Después de todo, nos conocemos desde hace mucho —insistió Samanta, sin una pizca de vergüenza.

La reacción de Gaspar sorprendió a los que estaban cerca. Todos sabían que la señorita Samanta y el director Gaspar habían tenido algo, pero era evidente que él no tenía ninguna intención de revivir el pasado.

—¿Se le ofrece algo, señorita Samanta? —preguntó Gaspar entrecerrando los ojos, con el mismo tono distante.

La sonrisa de Samanta se congeló por un instante.

—Nada, solo vine a saludarte. Me da mucho gusto ver que te llevas tan bien con Micaela. Por cierto, estuve platicando con ella hace un momento y me dijo que ahora son excelentes socios.

Pronunció la palabra «socios» con un énfasis particular, clavando la mirada en Gaspar, buscando cualquier fisura en su rostro impenetrable.

Detrás de sus lentes con armazón dorado, la mirada de Gaspar era profunda e indescifrable, pero la advertencia que emanaba de él fue instantánea.

—Aléjate de ella —dijo Gaspar en voz baja, pero con una frialdad que calaba los huesos.

La sonrisa de Samanta se petrificó.

—¡Vaya, parece que me metí donde no me llaman! —logró decir, forzando la compostura.

Dicho esto, se dio la vuelta y se marchó. Había confirmado cuánto le importaba Micaela a Gaspar, y la retorcida satisfacción que sintió se intensificó.

«Micaela solía estar cegada por el amor, y ahora Gaspar también. ¡Qué pareja tan perfecta!», pensó con malicia.

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