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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 1366

Durante los siguientes días, Micaela se dedicó a los preparativos para iniciar un nuevo experimento. También acompañó a su hija a cenar a la mansión Ruiz, ya que a finales de mes partiría a Isla Serena para un intercambio académico.

Recibió un correo de Julián Hernández, en el que le pedía que no desaprovechara la valiosa oportunidad que había conseguido para ella. Micaela valoraba mucho este tipo de intercambios académicos.

Planeaba empacar y partir mañana, justo después de asistir a la ceremonia de graduación del kínder de su hija.

Micaela estaba conectada a los archivos internos del doctor Ángel, con la intención de registrar algunos parámetros que le servirían de referencia en el congreso.

De repente, volvió a ver el último archivo, el que estaba bloqueado. Se detuvo un momento, se mordió el labio y volvió a hacer clic. Apareció la ventana de la contraseña.

Comenzó a probar claves. Intentó de nuevo todas las fechas que ella y Gaspar habían compartido: el cumpleaños de su hija, el de ella, el de Gaspar, y otras fechas importantes como su aniversario.

Después de introducir más de una docena de combinaciones, Micaela se apoyó la frente en la mano, con dolor de cabeza. ¿Qué contraseña podría haber puesto Gaspar?

Incluso Ángel trataba ese archivo como si fuera un tema tabú. ¿Qué clase de información contenía?

Finalmente, tras encontrar los datos que necesitaba, Micaela cerró la computadora y se fue a acostar temprano con su hija.

***

A la mañana siguiente, el kínder organizó una convivencia para los niños. La presentación de graduación se llevaría a cabo a las dos y media de la tarde en el auditorio.

A las dos, en el estacionamiento del auditorio, Adriana Ruiz llegó con su abuela y su madre. Hoy era el día de la presentación de Pilar Ruiz y ninguna quería perdérselo.

—Pregúntale a Gaspar si ya llegó. No puede perderse un día como este —le insistió Florencia a su nieta.

—Ya le pregunté a mi hermano, viene en camino —respondió Adriana, mientras ayudaba a su abuela a caminar hacia el auditorio. Damaris Quintana las seguía, y detrás de ellas, Tomás y sus hombres.

Entraron al auditorio. Cada padre tenía su boleto y se sentaron en los lugares asignados. Todos cooperaron para encontrar sus asientos.

Micaela ya estaba en su lugar. Le había dado cuatro boletos a la familia Ruiz y se había quedado con uno.

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