Micaela había visto de primera mano las mañas y la astucia de Samanta; esa mujer no dejaba pasar ninguna oportunidad para hacer lo que se le antojaba.
El corazón de Micaela se hundió un poco. Recordó esos años, la actitud cada vez más fría y criticona de Damaris hacia ella, y aquella Navidad del cuarto año, cuando su suegra no disimuló ni tantito su preferencia por Samanta.
—En ese tiempo, yo estaba metido de lleno en la transformación del negocio principal del Grupo Ruiz. Después de que murió mi papá, la junta directiva intentó quitarme del puesto varias veces. Si no cumplía con los avances del proyecto que les había prometido, me iban a destituir en cualquier momento. La presión no me dejaba tiempo para nada, y para cuando me di cuenta, Samanta ya había influido muchísimo en lo que mi mamá y Adriana pensaban de ti.
Micaela sintió que le faltaba el aire.
—Nunca me contaste nada de esto.
—Perdóname. Intenté hablar con mi mamá sobre cómo era Samanta en realidad, pero fui muy indeciso, no fui lo suficientemente firme, y eso permitió que Samanta armara todo el lío que vino después.
Micaela entendía su situación. Enfrentarse a la única persona que podía salvarle la vida a su madre era complicado; por más frío que fuera, no podía llegar al punto de romper la relación. Mientras Samanta tuviera la determinación de armar un escándalo o amenazar con su propia vida, él tenía que rogarle y consentirla.
—No me refiero a eso, me refiero a lo de la empresa. ¿Por qué no me dijiste nada? —preguntó Micaela en voz baja.
Gaspar se quedó un poco atónito, luego negó con la cabeza.
—Ese tipo de cosas... decírtelas en ese momento solo hubiera servido para preocuparte. Además, corría el riesgo de perder el control del Grupo Ruiz y quedarme sin nada. No quería quedar como un fracasado frente a ti.
Micaela guardó silencio un momento. Sí, él era muy orgulloso en ese entonces.
Pero sintió un piquete en el corazón y entendió algunas cosas. Por eso llegaba cada vez más tarde a casa esos años, cargando ese cansancio encima. Resulta que, donde ella no podía verlo, él estaba librando una guerra silenciosa; un paso en falso y lo perdía todo.
Hacía unos años, había visto en las noticias que hubo una limpieza masiva en la junta directiva del Grupo Ruiz; seguro fue su jugada maestra para salvarse.


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