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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 144

—Hoy recibí una llamada de Micaela —comenzó Ramiro, con el tono cargado de gravedad—. Venía de regreso a casa cuando un carro negro la estuvo acosando varias veces en el camino. Fue una situación muy peligrosa…

Gaspar lo interrumpió, con una mirada enigmática y voz seca:

—Parece que al doctor Ramiro le preocupa mucho mi esposa.

Ramiro, serio, respondió sin titubear:

—Mi preocupación por Micaela es solo como colega. No lo malinterprete, señor Gaspar.

—Mientras el doctor Ramiro lo tenga claro, está bien —soltó Gaspar, sin emoción.

Ramiro retomó, manteniendo el temple:

—Señor Gaspar, lo que vivió Micaela no fue un accidente cualquiera. Alguien está buscándola por venganza, lo que pasó fue intencional. Por favor, cuídela bien.

Gaspar no respondió, solo escuchaba.

Ramiro aprovechó para explicar toda la situación: cómo, semanas atrás, Micaela había denunciado la contaminación ilegal de una fábrica química, y cómo las pruebas que consiguió lograron que clausuraran la fábrica para una investigación.

—Hace dos semanas, ellos llamaron para advertirle a Micaela. Pero esta vez fueron más descarados, y ahora quieren tomar represalias. Por eso, estoy seguro de que usted, señor Gaspar, sabrá cómo proteger a su familia.

—¿Ya acabaste? —preguntó Gaspar con voz más distante aún.

Ramiro se quedó sin palabras un instante.

—Eso es todo —alcanzó a decir.

El tono de Gaspar se volvió todavía más impasible.

—Parece que el doctor Ramiro entiende lo que pasa con mi esposa mejor que yo, ¿no?

—Señor Gaspar, lo que me preocupa es la seguridad de su esposa…

—No hace falta que te preocupes por las cosas de mi esposa —espetó Gaspar. Y sin más, colgó el teléfono.

Ramiro soltó un suspiro, destanteado. ¿De verdad Gaspar era tan indiferente con Micaela? ¿De verdad podía ignorar que estaba en peligro?

...

A las ocho y media, Micaela jugaba con su hija y con Pepa, la perrita, cuando Gaspar regresó.

—¡Papá! —Pilar corrió directo a sus brazos, mientras Pepa movía la cola y saltaba alegre a su alrededor.

Gaspar se agachó, acarició la cabeza de su hija y rascó la cabeza de Pepa. Mirando a Pilar, le dijo:

—Llévate a Pepa al cuarto de juguetes de arriba, necesito platicar un rato con tu mamá.

Por la noche, después de dormir a Pilar, Micaela se fue al estudio en el tercer piso para seguir repasando y prepararse para el examen de ingreso universitario.

Gaspar, ya bañado, entró primero al cuarto de la niña y al no verla ahí, subió al tercer piso.

Abrió la puerta del estudio y vio a Micaela, sentada frente a su escritorio, concentrada en sus libros. Frunció el entrecejo.

—Ya no te desveles. Hablé con la doctora Zaira y aceptó que entres a su equipo de investigación.

—No hace falta —rechazó Micaela, sin mirarlo.

Si podía lograr las cosas por sí misma, ¿para qué depender de él?

Gaspar apretó los dientes, se dio la vuelta y se marchó.

...

Al día siguiente, Gaspar llevó a Pilar a la escuela. Micaela se quedó en casa, continuando con su preparación para el examen.

Así pasaron tres días más, en una rutina silenciosa. El miércoles, Micaela recibió una llamada de Joaquín, quien le pidió que fuera a la facultad de medicina.

Micaela se alistó y salió de inmediato. Durante el trayecto, iba atenta, revisando constantemente si algún carro sospechoso la seguía, manejando con cautela. Finalmente, logró llegar al estacionamiento de la universidad sin problemas.

Justo cuando apagaba el motor, un carro negro se estacionó junto a ella, pegado. El corazón de Micaela dio un salto, todos sus nervios se tensaron al instante.

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