Esta vez, de la camioneta se bajaron dos hombres altos, vestidos de traje impecable, que se acercaron y saludaron a Micaela.
—Señorita Micaela, buen día. Somos los guardaespaldas que el señor Gaspar ha enviado. De hoy en adelante, nos encargaremos de su seguridad durante sus salidas.
Micaela se quedó pasmada por un instante. ¿Gaspar había enviado a alguien para protegerla?
Recordó que el otro día Gaspar mencionó lo de la fábrica química. Micaela sospechó que fue Ramiro quien le avisó, ya que solo él sabía que la fábrica la estaba hostigando y buscando venganza.
Micaela asintió levemente, pero en su mente rondaba la duda: ¿Gaspar de verdad quería protegerla, o la estaba vigilando?
¡No iría a pensar que tenía algo con Ramiro!
...
Dejando eso de lado, Micaela fue a hacer un trámite y se dirigió a la oficina de Joaquín. Apenas la vio, Joaquín abrió tanto los ojos que casi se le caía la quijada, como si tuviera enfrente a un animal exótico.
—¿Y esa cara, Joaquín?
—¡No inventes! ¿Cómo le hiciste para sacar calificación perfecta? —cruzó los brazos, aún pasmado.
—¿Te refieres a la evaluación? —preguntó Micaela, con una sonrisa ligera.
—Esta chava sí que me sigue sorprendiendo —dijo Joaquín, negando con la cabeza—. Quién iba a decir que el señor Kevin te entrenaba así de bien en secreto. ¡Vámonos! Te llevo con el doctor Leiva.
Solo entonces Micaela sintió alivio. Si había pasado la prueba, significaba que tenía derecho a presentar el examen de adelanto de grado.
En la oficina del doctor Leiva platicaron un rato. El doctor, que también había revisado su hoja de evaluación, no escatimó en elogios para ella.
—Parece que Kevin supo cómo educar a su hija —comentó, orgulloso—. Por eso, haremos una excepción y te dejaremos presentar el examen de salto de grado. ¿Lista?
—Después de terminar la licenciatura, quiero intentar el examen de ingreso a la maestría —contestó Micaela.
Joaquín soltó una carcajada:
—Esta chava nunca deja de sorprendernos. Si te va tan bien, yo digo que te den el pase directo a la maestría, ¿no?
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