—¡Lara, ¿estás bien? —preguntó Verónica con preocupación.
Aunque ya se sentía incómoda, sabía que el malestar de Lara tenía que ser mucho mayor. Después de todo, Lara era la que menos quería que Micaela aprobara el examen.
—Bah, solo es un examen, tampoco es la gran cosa. Al final, lo que cuenta es lo que uno hace en la práctica. Ese puntaje solo demuestra que Micaela sí se preparó —comentó Santiago, tratando de animar a Lara.
—¡Exacto! ¿Qué importa una calificación? ¿Acaso alguno de nosotros no se graduó al final? —añadió Verónica, aunque en su caso apenas había pasado todas las materias.
Lara dejó el IPAD a un lado, se levantó en silencio y salió del salón de reuniones.
—Verónica, ve tras ella, ¿sí? Creo que esta vez sí se llevó un buen golpe —le indicó Santiago con una mirada.
Verónica salió corriendo tras Lara, que iba directo a la oficina de Micaela. Últimamente, Micaela había estado haciendo experimentos y solía estar ahí.
Pero justo cuando Lara llegó a la puerta de la oficina de Micaela, escuchó la voz de Ramiro.
—Mica, la doctora Zaira me llamó. Ya estás oficialmente en nuestro equipo.
El color se le fue de la cara a Lara. Cerró el puño con fuerza: Micaela, por méritos propios, sí había logrado entrar al equipo de investigación.
—Al rato invito yo, hay que celebrarlo —dijo Ramiro con entusiasmo.
—¡Va! También hay que llamar a Joaquín.
Verónica tomó a Lara del brazo y le susurró:
—Lara, mejor vámonos de aquí.
Lara había pensado en ir a encarar a Micaela y preguntarle de frente cómo había hecho trampa, pero en el fondo sabía que, con lo estrictos que eran los exámenes, no había forma de que Micaela hubiera hecho trampa.
Pero tampoco estaba dispuesta a aceptar que Micaela fuera tan brillante. ¿Por qué todo lo que a ella le costó tanto esfuerzo, Micaela lo conseguía con tanta facilidad?
...
Por su parte, la doctora Zaira estaba también distraída en su oficina. Aquello la había impactado más de lo que quería admitir.
Pensaba que Micaela era arrogante y no tenía idea de lo que enfrentaba, pero sus resultados demostraron que tenía talento de sobra.
Había subestimado a Micaela, sin duda.
—Kevin, sí que tuviste una hija increíble —murmuró Zaira, soltando un suspiro.
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