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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 157

Cuando tuvo en sus manos la boleta de calificaciones de Micaela, vio que en las ocho materias principales había obtenido un promedio de noventa y ocho.

El doctor Leiva se ajustó los lentes, revisando con detenimiento, como si no pudiera creer lo que veía.

Sin pensarlo, marcó un número.

—Tráiganme los exámenes de Micaela. Quiero revisarlos yo mismo.

Por la tarde, los exámenes llegaron a su escritorio. Tomó un sorbo de su bebida caliente, levantó el primer examen de Micaela y lo examinó con cuidado. Cada respuesta estaba escrita de su puño y letra, y todas rozaban la perfección.

—Esta chica… ¡Kevin, viejo amigo! ¿Cómo lograste criar a una hija así? —exclamó el doctor Leiva, conmovido. Acto seguido, llamó a su asistente.

—Ve a buscar a Zaira, dile que venga.

—¡Enseguida!

Unos minutos después, Zaira entró en la oficina.

—Doctor Leiva, ¿me buscaba?

—Acércate. Quiero que veas algo que te va a dejar boquiabierta.

—¿De qué se trata? —preguntó Zaira, intrigada.

—El examen de Micaela —contestó el doctor Leiva, con una emoción que apenas podía ocultar.

Zaira se quedó quieta, sorprendida.

—¿Ya salieron los resultados?

—Ven a revisar. Esta chica es justo lo que más necesitas —dijo el doctor Leiva, soltando un suspiro.

Zaira, aún dudosa, tomó uno de los exámenes y se sentó a leerlo. Pronto, sus ojos se abrieron como platos y la boca le quedó entreabierta, sintiendo el corazón latirle con fuerza.

—¿Esto es… el examen de Micaela? ¿Cómo puede ser? ¿Cómo logró escribir respuestas tan perfectas?

—Te preguntas si lo copió, ¿verdad? Zaira, aunque tú y yo volviéramos a hacer el examen, dudo que pudiéramos superarla. ¿De dónde habría podido copiar? —preguntó el doctor Leiva, tomando otro trago de su bebida.

Zaira enseguida descartó la idea. Muchas de las respuestas de Micaela trataban proyectos de investigación que sólo habían surgido en los últimos dos años. Su papá llevaba cinco años fallecido; no podía haberle dado ninguna pista.

Micaela estaba recogiendo unas cosas en el laboratorio cuando su asistente, Óscar, entró corriendo, radiante.

—¡Micaela, ya publicaron los resultados! Sacaste noventa y ocho de promedio. ¡Eres increíble!

Micaela, que ya había sido avisada discretamente por el doctor Leiva, apenas sonrió.

—Así que ya lo sabías, ¿eh? —dijo Óscar, rascándose la cabeza, divertido.

En la sala de juntas, Lara, Verónica y Santiago estaban discutiendo un proyecto cuando escucharon la noticia. Verónica, sin perder el tiempo, entró a la página oficial desde su celular. Al ver el resultado, sintió que el mundo le daba vueltas.

—No puede ser… ¿Micaela sacó noventa y ocho? ¿No habrá hecho trampa?

Lara le arrebató el iPad, clavando la mirada en la pantalla. Mordió su labio, y por un momento su mente se quedó en blanco. Micaela no sólo aprobó, sino que estuvo a punto de sacar calificación perfecta en todas las materias.

—Imposible… sólo un genio logra eso. Recuerdo que su papá sacó noventa y seis, y ella lo superó —dijo Santiago, asombrado.

—Los exámenes están publicados, pueden verlos ustedes mismos —dijo Verónica, revisando de nuevo con el celular en la mano.

Lara, pálida, no pudo apartar la mirada de la boleta de Micaela. Le costaba encontrar las palabras.

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