Al llegar al restaurante, adentro ya estaban sentados Gaspar y dos hombres de mediana edad; él ocupaba el asiento principal.
Micaela se cruzó con su mirada por un instante, luego eligió la silla más alejada de Gaspar y se sentó ahí. Lara y Verónica la siguieron, acomodándose a su lado.
Leónidas se puso de pie para hacer las presentaciones.
—Él es el señor Gaspar, nuestro jefe más importante. Aquí están también el señor Fuentes y el señor Flores, ambos piezas clave en la empresa.
Después, presentó a Micaela y a los demás. Solo entonces todos se sentaron.
Gaspar, mientras preparaba una bebida, miró fijamente a Micaela desde el otro lado de la mesa y esbozó una sonrisa. Micaela bajó la mirada, sumida en sus propios pensamientos.
En ese momento, a Leónidas se le vino a la cabeza el tema que habían estado discutiendo antes. La verdad, sentía mucha curiosidad por saber qué clase de opinión podría dar Micaela, así que insistió:
—Señorita Micaela, hace rato estábamos platicando sobre la técnica de plegado de ADN. Me encantaría escuchar su punto de vista.
Gaspar, que conversaba en voz baja con quienes tenía cerca, al escuchar esto levantó la mirada, interesado.
Todos los presentes pusieron sus ojos en Micaela. Varias miradas estaban cargadas de asombro y duda. No cualquiera veía a Leónidas, el mejor en tecnología de InnovaCiencia GlobalAI, pidiendo la opinión de una joven como ella.
Después de todo, Micaela no era una figura famosa. Aunque su nombre aparecía en artículos científicos, su cara joven y atractiva hacía que cualquiera supusiera que seguía siendo una universitaria.
La mirada profunda de Gaspar se posó en ella, mostrando tanto curiosidad como un deseo de descubrir algo más.
¿Con qué saldría Micaela esta vez?
Ella apretó los labios, organizando la información en su mente antes de decidirse a hablar.
Lara la observaba, fingiendo estar tranquila, pero por dentro pensaba que Micaela solo iba a terminar ridiculizándose. “Por querer lucirse, ahora se va a tropezar,” se dijo. Si no lograba decir algo de peso, quedaría como alguien superficial y perdida.
—Voy al baño —anunció.
—Yo te acompaño —dijo Verónica, sintiéndose incómoda. Con Micaela presente, ambas sentían que no existían, que no eran más que el fondo de la escena; toda la atención se la llevaba Micaela.
...
En el baño, Lara apretaba los puños y cerraba los ojos, luchando por contener su frustración mientras su pecho subía y bajaba por la rabia.
—Lara, no te preocupes tanto. No es la primera vez que Micaela llama la atención, yo ya me resigné —suspiró Verónica.
Lara mordió su labio, negándose a aceptar que Micaela fuera mejor que ella, sobre todo teniendo la misma edad.
Al regresar al restaurante, vieron que todos brindaban con Gaspar. Al fin y al cabo, era el gran jefe y nadie quería perder la oportunidad de levantar la copa con él.

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