—Mamá, ¿qué pasó?
—Acompáñame a la empresa de tu hermano —contestó Damaris, con la voz cargada de enojo.
—Mamá, ¿pero qué sucedió? ¡Todavía estoy en la oficina! —preguntó Adriana, preocupada.
—No preguntes más, ya lo verás cuando lleguemos.
Ochenta mil millones de pesos. ¿Qué clase de hechizo le echó Micaela a su hijo? Damaris siempre pensó que Gaspar algún día le daría parte de sus bienes a Micaela, y no estaba en contra… pero que se quedara con ocho empresas, casi ochenta mil millones, eso ya era otra cosa.
Simplemente, no podía aceptarlo.
Adriana no tuvo de otra que pedir permiso para salir y dirigirse a la compañía de su hermano mayor.
...
Media hora después, en el lobby central del Grupo Ruiz, Adriana llegó primero. Al ver a su mamá llegar hecha una furia, la interceptó antes de que entrara al elevador.
—Mamá, dime de una vez, ¿qué pasó? ¡No me dejes así!
Fue hasta que subieron al elevador que Damaris le contó todo. Al escucharla, a Adriana se le nubló la vista, y la rabia casi la hizo perder el control.
—¿Cómo dices? ¿Micaela se llevó ochenta mil millones de la familia? ¿De dónde sacó el valor para pedir tanto? —exclamó Adriana, apretando los puños. Por dentro, pensaba que seguro Micaela había hecho alguna jugada sucia para lograrlo.
...
En la oficina de Gaspar, su asistente Camila entró apresurada.
—Señor Gaspar, su mamá y la señorita Adriana ya llegaron.
Apenas lo dijo, Damaris apareció en la puerta. Miró a su hijo, sentado tras el escritorio, con una mezcla de decepción y enojo; no podía entender cómo alguien tan inteligente y prudente como Gaspar había tomado una decisión así.
—Gaspar, dime la verdad, ¿le diste a Micaela ocho empresas? ¿De verdad le entregaste ochenta mil millones? —le reclamó, señalándolo con el dedo.
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