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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 212

—Profesor Aguirre, señora Zaira, yo me encargaré de esto. Les prometo que esto no va a dejar mal parada a la escuela —aseguró Micaela con firmeza.

—Está bien. Entonces, antes de que soluciones este asunto, suspende los proyectos en los que estás trabajando. Voy a pedirle a Lara que te cubra por ahora —dijo Zaira, mirando a Micaela con seriedad.

Micaela asintió. En ese momento, la única persona capaz de ocupar su puesto era Lara.

Después de salir, Micaela dejó el laboratorio mientras Zaira llamaba aparte a Lara para platicar sobre el tema. Lara, aunque por fuera mantenía la compostura, por dentro estaba que no cabía de la emoción.

Ya todo el laboratorio estaba enterado del escándalo del divorcio de Micaela. Todos cuchicheaban a sus espaldas, despreciando cómo se había quedado con acciones de las ocho empresas de Gaspar.

Decían que era un abuso, pura avaricia.

[En redes sociales, varios también se sumaron al escándalo, alimentando las habladurías de manera anónima. Al fin y al cabo, el mundo académico era una jungla silenciosa. Si Micaela caía, sus proyectos quedarían libres para repartirse.]

...

Micaela salió del edificio y llamó a Jacobo.

—¿Bueno? Señorita Micaela —contestó Jacobo, con ese tono cálido que siempre la tranquilizaba.

—Señor Jacobo, ¿será posible que nos veamos? Necesito que me ayude a encontrar a un gerente profesional.

—Ya tengo a la persona indicada. Solo es cosa de que se reúnan.

—¿Podría ser ahora? —preguntó Micaela, casi suplicando.

—Por supuesto. Nos vemos en la cafetería que está frente a mi oficina.

—Voy para allá —respondió sin dudar.

Pidió un carro y se dirigió directo al lugar acordado.

Al llegar, Jacobo ya la esperaba junto a un hombre de mediana edad. Jacobo se puso de pie para presentarlos.

—Te presento a Franco. Es amigo mío desde hace años y además, mi mano derecha. Te garantizo que es de toda confianza.

Micaela se sorprendió. ¿De verdad Jacobo le estaba ofreciendo a su mejor elemento?

Micaela captó de inmediato la idea. Sus ojos brillaron con una decisión renovada.

—Lo entiendo —dijo con determinación.

...

Al terminar la reunión, Micaela se apresuró a regresar a casa. Sofía había cuidado a su hija con esmero. Justo entonces, sonó su celular.

Era Damaris, su exsuegra.

—¿Dígame, señora? —dijo Micaela, ahora usando una voz distante.

Del otro lado, Damaris se quedó en silencio un momento, sorprendida por el cambio.

—Micaela, quiero llevarme a Pilar unos días. Así puedes ocuparte de tus cosas con calma.

—No hace falta, señora. Yo me ocuparé de mis asuntos. No se preocupe por nosotras —respondió Micaela, cortante, dejando claro que ya no estaba dispuesta a recibir caridad ni consejos.

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