—Señor Gaspar, ¿qué opina sobre el reciente caso de acoso en línea hacia su exesposa, la señorita Micaela?
—¿Le gustaría decir unas palabras al respecto?
Gaspar barrió con la mirada a los periodistas reunidos, y el aire se volvió tenso de inmediato.
—Respecto a las acusaciones falsas contra mi exesposa Micaela que circulan en internet estos días, pronto emitiré un comunicado oficial.
Su voz grave y firme retumbó en el lugar, cada palabra marcando el ritmo de la sala.
—¿Podría adelantarnos algo ahora mismo? —aventuró una reportera.
Gaspar clavó la vista en la mujer, su tono cortante:
—Aunque estamos divorciados, ella siempre será la madre de mi hijo. Nada puede cambiar eso.
No necesitó decir más. El mensaje estaba claro.
Con esas pocas frases, todos captaron la postura inquebrantable de Gaspar.
Aunque su matrimonio con Micaela había terminado, su compromiso con ella, al menos como madre de su hijo, no tenía fecha de caducidad.
Algunos periodistas incluso interpretaron sus palabras como una advertencia: “A mi gente, nadie la toca”.
...
Samanta estaba sentada en el sofá, revisando las últimas noticias sobre Micaela. Al ver todos los certificados que Micaela había publicado en sus redes, no pudo ocultar su asombro. ¿Todo eso había logrado Micaela en seis años de matrimonio?
Y lo más impactante: todos los títulos los había conseguido en el extranjero. Samanta siempre pensó que Micaela se conformaba con ser ama de casa, pero ahora se daba cuenta de que ella también tenía ambiciones.
El celular de Samanta vibró. Era Lara.
—¿Bueno? ¡Lara!
—¿Que Gaspar y Micaela ya se divorciaron? Entonces, ¿eso significa que tienes más posibilidades de entrar a la familia Ruiz? —preguntó Lara, directa.
Samanta se acomodó el cabello, confiada.
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