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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 221

Por la tarde, Micaela llegó a recoger a su hija y se topó con Jacobo. Últimamente, Viviana era llevada y traída por la niñera, así que parecía que él había salido de viaje.

—Señorita Micaela —Jacobo fue el primero en acercarse y saludarla.

—Señor Jacobo, ¿ha estado muy ocupado estos días? —preguntó Micaela con una sonrisa.

—Tuve que irme una semana de viaje al extranjero. ¿Tú cómo has estado? —le devolvió la mirada, mostrando interés genuino.

Durante los días en que Micaela estuvo en el ojo del huracán en las redes, Jacobo, por su posición, no pudo ayudarla de ninguna manera.

Aun así, al ver cómo ella resolvió la situación de manera tan decidida, terminó admirando aún más su increíble experiencia en la investigación científica.

No podía imaginarse por todo lo que había pasado ella en ese mundo tan complicado. Era tan joven, y si uno solo veía su cara, bien podría pensar que acababa de salir de la universidad. Bastaba con mirarla unos segundos más para notar cómo empezaba a sonrojarse, como si no tuviera experiencia en los enredos del mundo.

Jacobo se quedó pensando en eso sin darse cuenta de que la estaba observando fijamente. No tardó en notar cómo a Micaela se le calentaban las mejillas de la pena justo cuando se abrió la puerta de la escuela.

—Ya es hora de recoger a las niñas —dijo Micaela, intentando disimular la incomodidad.

—Vamos juntos —propuso Jacobo, con una sonrisa.

Al recibir a las niñas de manos de la maestra, ambos siguieron a sus hijas que iban de la mano, y por un momento, la escena parecía la de una familia de cuatro.

No muy lejos, la mamá de Bianca observaba todo con envidia y admiración hacia Micaela. Recientemente, también había escuchado los chismes sobre ella y jamás imaginó que Micaela fuera la esposa del hombre más rico de la ciudad.

Ahora, ella también estaba divorciada y, por lo que parecía, trataba de acercarse a Jacobo. Ni en juventud ni en belleza podía competir, y mucho menos en talento o conocimientos.

Al ver a Jacobo, tan atractivo y elegante, solo pudo soltar un suspiro resignado.

...

—¡Pilar! —una voz grave y cálida la llamó de repente.

Pilar alzó la vista y, emocionada, gritó:

—¡Papá!

Corrió y se abrazó a la pierna de Gaspar, sin poder ocultar su felicidad.

Micaela frunció el ceño mientras Jacobo se acercaba a saludar.

—Gaspar.

Micaela dudó un segundo, luego sonrió.

—Solo dime Micaela, está bien.

La empleada corrigió de inmediato:

—Micaela, pase, por favor.

Micaela admiró la casona recién remodelada, impregnada de historia en cada esquina. Era una construcción de hace más de cien años, donde alguna vez vivieron personas importantes. Ahora, con las voces y el bullicio de la familia, el lugar tenía una belleza especial, como si el pasado y el presente se abrazaran.

El jardín estaba lleno de flores de temporada y una bugambilia trepaba por la pared, rebosante de color. Todo el ambiente olía a otoño.

—¡Mamá, viniste! —Pilar salió corriendo, abrazando su peluche, radiante de alegría.

Micaela le acarició la cabeza mientras entraba al salón y veía a Florencia acomodando unos jarrones antiguos con ayuda de la empleada.

—Mica, llegaste, ven a ayudarme a decidir en qué parte se ven mejor estos jarrones —la llamó Florencia con afecto.

Micaela se acercó y contempló los jarrones, cada uno con un valor impresionante, dignos de subasta, seguramente valían más de un millón de pesos cada uno.

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