Por la tarde, Micaela llegó a recoger a su hija y se topó con Jacobo. Últimamente, Viviana era llevada y traída por la niñera, así que parecía que él había salido de viaje.
—Señorita Micaela —Jacobo fue el primero en acercarse y saludarla.
—Señor Jacobo, ¿ha estado muy ocupado estos días? —preguntó Micaela con una sonrisa.
—Tuve que irme una semana de viaje al extranjero. ¿Tú cómo has estado? —le devolvió la mirada, mostrando interés genuino.
Durante los días en que Micaela estuvo en el ojo del huracán en las redes, Jacobo, por su posición, no pudo ayudarla de ninguna manera.
Aun así, al ver cómo ella resolvió la situación de manera tan decidida, terminó admirando aún más su increíble experiencia en la investigación científica.
No podía imaginarse por todo lo que había pasado ella en ese mundo tan complicado. Era tan joven, y si uno solo veía su cara, bien podría pensar que acababa de salir de la universidad. Bastaba con mirarla unos segundos más para notar cómo empezaba a sonrojarse, como si no tuviera experiencia en los enredos del mundo.
Jacobo se quedó pensando en eso sin darse cuenta de que la estaba observando fijamente. No tardó en notar cómo a Micaela se le calentaban las mejillas de la pena justo cuando se abrió la puerta de la escuela.
—Ya es hora de recoger a las niñas —dijo Micaela, intentando disimular la incomodidad.
—Vamos juntos —propuso Jacobo, con una sonrisa.
Al recibir a las niñas de manos de la maestra, ambos siguieron a sus hijas que iban de la mano, y por un momento, la escena parecía la de una familia de cuatro.
No muy lejos, la mamá de Bianca observaba todo con envidia y admiración hacia Micaela. Recientemente, también había escuchado los chismes sobre ella y jamás imaginó que Micaela fuera la esposa del hombre más rico de la ciudad.
Ahora, ella también estaba divorciada y, por lo que parecía, trataba de acercarse a Jacobo. Ni en juventud ni en belleza podía competir, y mucho menos en talento o conocimientos.
Al ver a Jacobo, tan atractivo y elegante, solo pudo soltar un suspiro resignado.
...
—¡Pilar! —una voz grave y cálida la llamó de repente.
Pilar alzó la vista y, emocionada, gritó:
—¡Papá!
Corrió y se abrazó a la pierna de Gaspar, sin poder ocultar su felicidad.
Micaela frunció el ceño mientras Jacobo se acercaba a saludar.
—Gaspar.
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