Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 225

El semblante de Florencia también cambió sutilmente; ni en sueños se le habría ocurrido que Samanta ya estaba esperando un bebé.

Micaela ya había visto la vez pasada a Samanta con náuseas, así que no le sorprendió y siguió dándole sopa a su hija.

—Gaspar, ve a ver qué le pasa a Samanta —le dijo Damaris a su hijo, apurándolo con la mirada.

Gaspar se levantó y fue tras Samanta de inmediato.

Esta vez, Adriana no se apuró para cuidar a Samanta. No era tan quisquillosa ni atenta, solo pensó que, si Samanta no se sentía bien, lo mejor era que fuera su hermano quien la atendiera.

De reojo, Adriana volvió a observar a Micaela, tratando de pescar alguna señal de celos o molestia, pero se topó con una Micaela inexpresiva.

Claro, uno puede fingir por fuera, pero ¿cómo disimular el dolor que traes por dentro? ¿A poco no duele ver cómo el hombre al que amaste se preocupa por otra? ¿Qué mujer lo aguantaría?

Samanta, en el baño, se lavó las manos, acomodó su cabello y esbozó una ligera sonrisa. Al abrir la puerta, se sobresaltó al ver a Gaspar esperándola afuera.

—¿Gaspar?

—¿Te pasa algo? —le preguntó él, con tono de preocupación.

—Nada, solo me atraganté un poco —le contestó Samanta, llevándose una mano al vientre.

Gaspar y Samanta regresaron juntos al comedor. Damaris, señalando una ensalada con bastante limón, le dijo:

—Samanta, esta ensalada es buenísima para el apetito, pruébala.

Gaspar intervino al instante:

—Mamá, mejor que coma algo más suave, ¿sí?

Damaris, sonriendo, le hizo señas a la empleada para que cambiara los platos y pusiera platillos ligeros frente a Samanta.

Samanta tomó un poco de uno de esos platillos y, al levantar la vista, se topó con la mirada de Micaela. Una leve sonrisa, dulce pero con un dejo de triunfo, se dibujó en sus labios.

A los ojos de los demás, solo era una sonrisa amable, pero Micaela fue la única que captó el verdadero mensaje: la sonrisa de quien se siente ganadora.

La comida terminó. Micaela se levantó, lista para llevarse a su hija y darle un baño en casa. Florencia se dirigió a Gaspar: