Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 229

Micaela deslizó algunos videos más y luego dejó de verlos. Como no tuvo tiempo de elegir un regalo en el camino, solo pudo apresurarse al aeropuerto para buscar algo allá.

Llegó a casa a las ocho y media de la noche, y luego volvió a salir en su carro para ir a la casa de la familia Ruiz a recoger a su hija. Damaris salió de la mano de Pilar.

—Mamá, ¿por qué vienes sola? ¿Y papá? —preguntó Pilar, sorprendida.

—Tu papá va a tardar unos días más en regresar. Vamos, el regalo está en el carro.

En cuanto Pilar escuchó la palabra "regalo", los ojos le brillaron. Saludó con la mano a Damaris.

—Abuelita, nos vemos.

—Hasta luego, mi niña. Ven a jugar cuando quieras —contestó Damaris, agitando la mano con una mirada llena de nostalgia.

...

El lunes, después de dejar a su hija, Micaela fue directo al laboratorio. En el vestíbulo se topó con Lara y Verónica. Al verla, Lara no pudo ocultar un destello de resentimiento en su mirada. Últimamente, el proyecto de su papá había sido cancelado, su mamá andaba tan estresada que ni podía dormir y tuvo que ser hospitalizada por dolores de cabeza. Y todo eso, en el fondo, era por culpa de Micaela.

—Micaela, seguro te fue súper bien en la junta, ¿no? —la saludó Verónica.

—Sí. En un rato les comparto los materiales en el grupo grande —contestó Micaela.

A las diez fue la reunión. Zaira repartió tareas: Lara seguiría en el laboratorio básico; Verónica tendría que ir a diferentes hospitales para recolectar casos clínicos. Mientras tanto, Micaela y Ramiro colaborarían con InnovaCiencia Global en el desarrollo de un nuevo proyecto.

Verónica ya se había resignado. Con su experiencia académica, el simple hecho de estar en ese equipo ya era para sentirse afortunada.

Lara, por su parte, se tragó su enojo y fue a hacer los experimentos. Miraba de reojo a Ramiro y Micaela, quienes tenían en sus manos la tecnología más importante y ni siquiera necesitaban pasarse los días encerrados lidiando con datos complicados y aburridos.

—Ah, cierto, Micaela —dijo Zaira—. El equipo de Natalia Rojas te invitó esta tarde a una sesión de intercambio académico. Checa tu correo para los detalles y acomoda tu horario.

—Está bien —respondió Micaela, asintiendo.

Revisó el correo y vio que el evento comenzaba a las dos y media de la tarde. Así que tendría que irse antes.

A las once, le sonó el WhatsApp. Era un mensaje de Jacobo.

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