Micaela sospechó que todo se debía al tema del cupo. Cuando Zaira se sentó, su expresión mostraba cierta incomodidad.
—Micaela, en realidad este cupo yo quería dártelo a ti —comentó Zaira con voz apenada.
—Profe, lo entiendo, esperaré a que llegue otra oportunidad —respondió Micaela, con calma.
Zaira meditó unos segundos antes de hablar de nuevo.
—Siempre he creído que la capacidad académica debe ser el único criterio —dijo, mirando a Micaela con un significado especial en la mirada—. Si quieres, puedes llamarle a Gaspar, quizá...
—Sra. Zaira, aunque deseo mucho ese cupo, no pienso conseguirlo por conexiones —la interrumpió Micaela, tajante. Después, dio media vuelta y se fue.
Zaira solo pudo suspirar suavemente a su espalda, sin agregar nada.
...
Zaira no pudo evitar recordar lo sucedido tres días antes: Gaspar la llamó directamente para recomendar a Lara. Ella también mencionó a Micaela, pero Gaspar insistió en que escogiera a Lara.
...
Llegó el miércoles casi sin darse cuenta. Jacobo apareció en la entrada de la escuela con un traje casual; se veía elegante y sereno. Se toparon justo a la entrada.
En ese momento, el celular de Micaela sonó. Al mirar la pantalla, vio que era Gaspar. Sin dudar, colgó la llamada.
El teléfono volvió a sonar. Otra vez era Gaspar.
Micaela miró a Jacobo y le dijo:
—Sr. Jacobo, permítame atender una llamada.
Se alejó unos pasos antes de contestar.
—¿Bueno? —dijo Micaela, y en su voz se notaba cierta dureza.
—Soy yo —se escuchó la voz profunda y clara de Gaspar al otro lado—. Ya ajusté mi agenda y sí podré estar en la actividad de padres e hijos de Pilar.
Micaela apretó el teléfono.
—No hace falta, ya le pedí ayuda a alguien —respondió, cortante.
Se hizo un silencio de varios segundos.
—¿A Ramiro? ¿O a Anselmo? —preguntó Gaspar, seco.
—No te interesa saber a quién le pedí el favor. Pero tú no vengas —le soltó Micaela, sin titubear.
El tono de Gaspar se volvió más duro.
—Micaela, soy el papá de Pilar. Es mi deber estar en ese tipo de actividades.
Enzo, quien iba manejando, notó la tensión de su jefe y le preguntó con cautela:
—¿Todo bien, Sr. Gaspar?
En ese instante, el celular de Gaspar sonó. Era Samanta.
—¡Hola, Gaspar! Ya llegamos al aeropuerto con la señora. ¿Cuánto tardas en llegar?
—Voy en camino —respondió Gaspar.
—Perfecto, aquí te esperamos.
...
La actividad de padres e hijos terminó antes del mediodía. Jacobo invitó a Micaela y a Pilar a almorzar.
Mientras iban en el carro, el celular de Micaela vibró; Emilia le envió varias fotos.
En ellas, se veía a Samanta y Damaris con Gaspar sentados en una cafetería del aeropuerto.
[“Las tomé de casualidad, parece que van a salir del país”, escribió Emilia.]
Micaela soltó una risa irónica por lo bajo. ¿No tenía tiempo Gaspar para la actividad de su hija, pero sí para acompañar a Samanta y a su mamá de viaje?

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