Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 289

La luz suave del salón de exposiciones caía sobre cada pieza, resaltando sus formas y colores. Micaela procuró mantenerse lejos de donde estaba Gaspar; él conversaba con el director Ismael. Al parecer, Gaspar buscaba algún tipo de colaboración con la universidad militar, por eso el director Ismael lo atendía personalmente.

La mañana entera se le fue en ese museo. Por la tarde, asistió a la conferencia de la Dra. Cordero, que resultó tan enriquecedora como inspiradora. El intercambio de ideas la dejó llena de nuevas perspectivas.

Al día siguiente, a las tres de la tarde, tomaría el avión de regreso a Ciudad Arborea. Micaela pensaba aprovechar para salir y elegir un regalo para su hija.

Pidió un taxi, abrió la puerta y subió, pidiendo que la llevaran hacia la zona comercial de Villa Fantasía.

Mientras admiraba el paisaje que pasaba tras la ventana, su celular vibró con un mensaje. Entrecerró los ojos, sorprendida al ver que era de Anselmo.

[¿Estás en la universidad militar?]

—¿Cómo supiste? —respondió, todavía intrigada.

[Te vi en las noticias.]

Micaela soltó una pequeña risa, comprendiendo que el evento de esos días seguramente había salido en los medios, aunque ella ni se había enterado.

[¿Cuándo te vas?] preguntó él.

—Mañana tomo el vuelo de las tres de la tarde.

[O sea que, si salgo ahora, ¿aún puedo compartir el almuerzo contigo mañana?]

El corazón de Micaela dio un brinco.

—¿Vas a venir hasta acá?

[Voy a tomar un vuelo directo a la base de Villa Fantasía. De ahí a donde estás, no es más de una hora.]

Micaela sintió una punzada de desconcierto. ¿De verdad se estaba tomando la molestia de ir solo por ella? Eso le provocó cierta culpa.

—Sr. Anselmo, mejor nos vemos después en Ciudad Arborea —escribió, queriendo disuadirlo.

[No. Mañana te veo en la universidad militar.]

Micaela se quedó sin palabras. Era obvio que no lo iba a convencer de lo contrario. Si ya había decidido venir, no tenía caso insistir.

...

Después de recorrer el centro comercial de Villa Fantasía, eligió una caja musical para su hija y la envió por paquetería. Cuando terminó, el reloj ya marcaba las nueve de la noche. Tomó un taxi de regreso a la universidad militar.

Mientras se perdía en sus pensamientos, la voz del conductor la sacó de golpe.

—Señorita, ya llegamos.

Pagó la tarifa, se acomodó la chaqueta y bajó justo cuando una ráfaga de viento la hizo estremecerse. Alzó la vista hacia la entrada de la universidad y, bajo la luz de los faroles, se topó con una silueta conocida.

Era Gaspar.

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