Al ver que Micaela se acercaba, él se enderezó y le regaló una sonrisa luminosa.
—Señorita Micaela, nos volvemos a encontrar.
Micaela le devolvió la sonrisa y asintió.
—Sí, otra vez nos vemos.
Anselmo le abrió la puerta del carro con gesto caballeroso, colocando la mano sobre su cabeza para evitar que se golpeara.
—Reservé un privado en el restaurante Villa Fantasía. La comida ahí es auténtica, te va a encantar.
Micaela estaba a punto de subir al carro cuando, de pronto, sintió que alguien la observaba.
Sin pensarlo, giró la cabeza y se topó con una mirada proveniente del tercer piso de la oficina administrativa.
Gaspar estaba de pie junto a la ventana, la luz detrás de él no permitía distinguir su expresión, pero la fuerza de su presencia se sentía incluso a esa distancia.
—¿Pasa algo? —preguntó Anselmo, siguiendo la dirección de su mirada.
—Nada —respondió Micaela, apartando la vista y acomodándose en el asiento del copiloto.
El carro salió del campus de la universidad militar. Anselmo, con una mano en el volante, tomó una bolsita de papel del asiento trasero con la otra.
—Pensé que podrías tener hambre, así que te traje un detalle. Es el tiramisú más famoso de Villa Fantasía.
A Micaela se le iluminó el rostro. Extendió la mano y lo recibió.
—Gracias.
No solo le gustó el regalo, sino que valoró mucho el detalle y la atención de Anselmo.
Destapó la cajita y probó un poco.
—Está delicioso —comentó.
Anselmo la miró de reojo, observándola con atención.
—Pareces más delgada que la última vez que te vi. ¿Has estado muy ocupada en el trabajo?
—Más o menos —respondió ella con una sonrisa—. Últimamente estamos en una etapa clave del proyecto y a veces se me olvida comer.
—Eso no puede ser. El cuerpo es la base de todo lo demás, señorita Micaela. Sobre todo tú, siendo una científica tan destacada, deberías cuidarte más.
Micaela soltó una carcajada.
—No exageres, tampoco es para tanto.
Anselmo rio también.
—Entonces tendré que invitarte a comer más seguido, a ver si así recuperas algo de peso.
El paisaje por la ventana era bonito y el ánimo de Micaela también iba en ascenso.
Micaela se sorprendió.
—Sí.
—Ya veo. El ejército firmó un proyecto estratégico con InnovaCiencia Global el año pasado. Seguro vino a negociar eso —explicó Anselmo.
Micaela dejó de pensar en Gaspar y se concentró en la comida que acababan de servir.
—Todo esto se ve buenísimo.
—Pruébalo, es lo mejor de Villa Fantasía —le animó Anselmo.
...
Cuando terminaron de comer, Anselmo la llevó de regreso a la universidad militar para que pudiera recoger sus cosas antes de ir al aeropuerto, y luego la llevó hasta allá.
Anselmo se había convertido en su chofer de medio tiempo ese día.
Micaela, sintiéndose un poco apenada, le invitó un café en el aeropuerto.
—Ya estoy esperando volver a verte —dijo Anselmo, entrecerrando los ojos y observándola con cierta nostalgia mientras ella se dirigía al control de seguridad.
Cuando Micaela se volteó para despedirse con una sonrisa y un gesto de la mano, Anselmo sintió que el corazón se le desbordaba en el pecho.
Jamás había creído en el amor a primera vista, pero en ese instante supo que había encontrado a la mujer con la que quería compartir su vida.

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