—Tengo tiempo —afirmó Jacobo con seguridad.
—Está bien —respondió Micaela y luego, dirigiéndose a su hija, añadió—: Quédate platicando con Viviana, mamá va a trabajar un rato.
—¡Sí! Mamá, tú ve a hacer lo tuyo —dijo Pilar entusiasmada, y enseguida comenzó a enseñarle su caja de música a Viviana.
Micaela se dirigió al estudio y se sumergió en su investigación.
Durante los días siguientes, Micaela estuvo ocupada con experimentos y trabajo de laboratorio. El fin de semana, llevó a su hija al laboratorio para terminar unos pendientes. Era la primera vez que Pilar veía el lugar donde trabajaba su mamá y, al verla vestida con la bata blanca, la miró con profunda admiración.
—¡Mamá, entonces tú eres una científica! —exclamó Pilar, contemplando a Micaela con ojos llenos de asombro y orgullo.
A pesar de que Micaela había logrado mucho en su carrera, jamás le había contado a su hija en detalle sobre su trabajo.
Ese día, Ramiro tenía tiempo libre y Micaela le pidió que acompañara a Pilar mientras ella trabajaba.
Lara también había ido a trabajar horas extras. Al ver a Ramiro acompañado de una niña, no pudo evitar mostrar sorpresa.
—Ramiro, ¿de quién es esta niña?
—Es hija de Micaela —respondió Ramiro, tranquilo.
Lara, desconcertada, observó detenidamente a Pilar. No cabía duda: la niña tenía los rasgos de Micaela y de Gaspar. Siempre decían que las hijas se parecían a los papás, y Pilar tenía bastante del perfil de Gaspar; sus facciones eran delicadas y, aunque era pequeña, ya se notaba que sería muy bonita de grande.
Pilar no se sintió cómoda con la forma en que Lara la miraba. Tomó la mano de Ramiro y le dijo:
—Señor Ramiro, vámonos de aquí, ¿sí?
Ramiro le sonrió con ternura.
—Claro, te llevo al pasto a jugar.
Lara lanzó una mirada molesta a Pilar y, por dentro, no pudo evitar sentirse incómoda. ¿Cómo era posible que Micaela pusiera a Ramiro a cuidar a su hija? ¿Acaso ya lo veía como su futuro esposo?
...
Esa noche, Micaela invitó a Ramiro a cenar juntos. Más tarde, Ramiro llevó a Micaela y a Pilar de regreso a su casa. Apenas llegaron a la entrada, un carro negro de aspecto imponente bloqueaba el portón de la casa.
—Es el carro de mi papá —dijo Pilar, reconociéndolo enseguida y llena de emoción.
Micaela miró a Ramiro y le agradeció:
—Ramiro, gracias por todo hoy.
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