Zaira observó la espalda de Gaspar mientras él se alejaba a toda prisa. Suspiró en silencio y luego dirigió la mirada hacia el laboratorio, donde Micaela seguía completamente enfocada en su trabajo.
Dentro del laboratorio, Micaela le indicaba a su equipo cómo ajustar ciertos parámetros. Cuando notó que Zaira le hacía una seña desde la puerta, le pasó los pendientes a su asistente y salió.
—Mica, necesito platicar contigo de algo —dijo Zaira, seria.
Micaela la siguió hasta la sala de descanso al final del pasillo.
—Hace un momento, Gaspar se fue apurado y me pidió que tu investigación entre en la fase clínica lo antes posible.
Micaela se quedó sorprendida.
—¿Por qué tiene tanta prisa? —preguntó, intrigada.
—La verdad, no lo sé —respondió Zaira encogiéndose de hombros—. ¿Crees que sea posible acelerarlo?
Micaela lo pensó un instante y negó con la cabeza.
—Todavía necesitamos tiempo. Por lo menos, unos tres meses más.
Zaira asintió despacio.
—Entiendo.
Micaela se disponía a regresar, pero Zaira la detuvo con otra pregunta.
—Micaela, si esta investigación sale bien, ¿has pensado en irte al extranjero para seguirte preparando?
Micaela meditó la respuesta antes de contestar:
—No lo he pensado. Mi hijo todavía está pequeño, no pienso irme del país.
Zaira le dedicó una mirada cálida.
—Como tu mentora, si llega la oportunidad, te apoyaría para que siguieras creciendo afuera.
La voz de Micaela sonaba tranquila, pero con una confianza que llenaba el ambiente.
—Estoy segura que aquí también puedo lograr avances importantes.
Zaira rio con suavidad y asintió.
—Tienes un don para la medicina, Mica. Eso es lo más valioso.
En ese momento, Tadeo apareció por el otro extremo del pasillo y se acercó a Micaela.
—Micaela, ¿no que ibas a acompañarme al hospital para recolectar datos? Ya voy para allá.
—Sí, vamos juntos —respondió ella, y salieron rumbo al hospital.
...
Hospital Popular.
Micaela y Tadeo bajaron del carro y se dirigieron directo al área de hospitalización.
Apenas cruzaron el lobby, Micaela reconoció una figura parada junto al elevador: era Adriana.
Adriana volteó y sus miradas se encontraron. Arrugó la frente y se adelantó con voz molesta:
—Micaela, ¿qué haces aquí en el hospital? ¿No irás a molestar a Samanta ahora que está internada?
Micaela sintió un ligero sobresalto. ¿Samanta hospitalizada? Guardó la compostura y contestó en tono distante:
—Vine a trabajar.
Adriana bufó, poco convencida.
Las dos presionaron el botón del elevador y, para su sorpresa, iban al mismo piso. Adriana la miró con desconfianza y volvió a advertirle:
—Más te vale que sí vengas a trabajar.
En eso, el celular de Adriana sonó. Contestó rápidamente:
[—¿Bueno? Hermano, ya llegué.]
Micaela frunció el ceño. Así que Gaspar había salido del laboratorio tan apurado para venir a ver a Samanta.
El elevador llegó al piso quince con un —ding—.
En la zona VIP de hospitalización, el ambiente era tan silencioso que casi se podía escuchar el paso del tiempo.
A pocos metros, Micaela vio a Gaspar platicando con un doctor. Cuando Gaspar la vio llegar acompañada de Adriana, se quedó desconcertado unos segundos.
Adriana se adelantó y tomó a Gaspar del brazo.
—Hermano, ¿cómo está Samanta?
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