Cuando la risa eufórica de Leónidas llegó hasta los oídos de Lara, su expresión cambió de inmediato.
No podía ser. Todo el equipo había estado atorado en ese mismo obstáculo durante casi dos semanas. Habían probado todas las opciones posibles y ninguna daba los resultados que necesitaban. ¿Cómo era posible que Micaela, en apenas unos minutos, lo hubiera resuelto...?
Lara apretó los labios y entró al laboratorio. Miró la pantalla del monitor, que hasta hace poco se había quedado congelada, y no pudo evitar quedarse atónita.
De verdad lo había logrado.
—Señorita Micaela, solo tú podías hacerlo. De verdad, gracias —dijo Leónidas, admirado, sin quitarle la mirada.
—No hay de qué —respondió Micaela con una sonrisa tranquila.
Detrás de ella, Lara se burló por dentro. ¿Acaso pensaban que Micaela iba a solucionar todos los problemas que vinieran? El proyecto ya había estado plagado de dificultades y aún quedaba un buen tramo por recorrer. No creía ni tantito que Micaela llegara hasta el final venciendo cada obstáculo.
Aunque, si lo pensaba bien, no salía perdiendo. El éxito de ese proyecto también era clave para que ella pudiera graduarse del doctorado. Si todo salía bien, tendría otro logro importante en su currículum.
Además, ahora ella era alumna de Zaira en el doctorado, mientras que Micaela no tenía ningún respaldo.
Micaela se marchó poco después. Leónidas volvió a su oficina y marcó el número de Gaspar.
Leónidas le explicó a detalle la situación.
—Entonces, ¿el problema ya quedó resuelto? —preguntó Gaspar, mientras manejaba y tamborileaba los dedos en el volante.
—Sí, señor Gaspar. Todo fue gracias a la señorita Micaela. En cuanto vio el sistema, entendió cuál era el fallo —replicó Leónidas, todavía emocionado.
Una sonrisa apenas visible se dibujó en los labios de Gaspar.
—La verdad, es muy talentosa.
En el fondo, Gaspar sabía que el trabajo de Micaela tenía mucho valor.
...
En el trayecto de regreso al laboratorio, Micaela recibió un mensaje del asistente de Félix, confirmando que la cita era el próximo miércoles.
[Micaela: De acuerdo, ahí estaré.]
...
En la oficina principal de InnovaCiencia Global, Lara apretaba con fuerza un vaso de café. Lo sostenía tan fuerte que el vaso de cartón casi se deformaba y el contenido amenazaba con derramarse.
—Lara, sabía que te encontraría aquí —dijo Santiago, acercándose.
Lara miró a lo lejos, sin despegar la vista de la ciudad.
—¿Me estabas buscando?
—¿Otra vez Micaela te puso en aprietos? Mira, para mí eres increíble —le aseguró Santiago, intentando animarla.
Lara soltó una risa sarcástica, casi burlándose de sí misma.
—¿Cómo crees que puedo compararme con ella?
—No digas eso. Solo tuvo suerte, nada más —dijo Santiago, tratando de consolarla, mientras le daba unas palmadas en el hombro.
Los ojos de Lara brillaron con una idea. Se giró hacia él.
—¿Sabías que Micaela tiene una relación muy cercana con el laboratorio de Natalia?
—¿Cómo lo sabes?
—El otro día, en su oficina, vi un sobre con documentos del laboratorio de Natalia. Ella le entregó datos confidenciales a Micaela. Me pregunto... ¿cómo planea Micaela pagarles el favor? Escuché que su empresa también está metida en investigación de células con inteligencia artificial. ¿Tú crees que Micaela...?
Lara miró a Santiago, dejando la pregunta flotando en el aire.
Santiago se puso serio de inmediato.
—Si Micaela de verdad tiene tratos irregulares con el laboratorio de Natalia, eso sería un caso grave de filtración de información empresarial.
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