Pilar asintió, aunque no parecía entenderlo del todo.
Al llegar a casa, Micaela revisó la pequeña mochila de su hija y, para su sorpresa, encontró una cajita de terciopelo muy elegante. La abrió y, dentro, brillaba un delicado collar de diamantes con un pequeño cisne—claramente, no era un simple regalo de juguete para una niña.
—Mamá, ¿te gusta? —Pilar se acercó emocionada—. La señorita Samanta dijo que la mandó a hacer solo para mí, ¡no existe otra igual en el mundo!
Micaela cerró la cajita con cuidado, se agachó para mirar a su hija a los ojos y le habló con seriedad.
—Pilar, este collar es demasiado valioso. Mejor deja que mamá lo guarde por ti, y ya que seas más grande te lo pones, ¿sí?
Aunque Pilar se notaba un poco decepcionada, asintió obediente.
—Está bien.
Micaela subió al dormitorio principal en el segundo piso. Justo en ese momento, Emilia le mandó un enlace por mensaje. Micaela lo abrió.
[¡Micaela, mira qué absurdo! Samanta quiere meterse como imagen del Día Internacional de la Mujer. ¿Una persona que se metió en un matrimonio ajeno tiene la cara para postularse?]
Micaela abrió el enlace y, en la pantalla de su celular, apareció la imagen de Samanta, sonriendo con una expresión impecable en el cartel de la campaña.
Leyó la información del concurso: una premiación anual organizada por la Federación Nacional de Mujeres, para destacar a mujeres que han hecho grandes aportes en distintos ámbitos.
Ahí estaba Samanta, como candidata.
Micaela miró esa cara tan bien arreglada y recordó todos los actos ruines de Samanta.
Sin pensarlo más, tomó su celular y marcó el número de Samanta, que había estado guardado en sus contactos por años.
—¿Micaela? Vaya, no esperaba que me llamaras —contestó Samanta, reconociendo la voz de inmediato.
—¿Hoy fuiste a la escuela de mi hija? —preguntó Micaela de forma directa.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Divorciada: Su Revolución Científica