De inmediato, el lugar se llenó de aplausos que retumbaban como un trueno. La humildad que Micaela dejó ver en su última frase desató una ola de elogios.
Leónidas, emocionado hasta el borde de las lágrimas, se acercó y tomó el micrófono que Micaela le entregó. —Gracias, Micaela, por tu increíble discurso.
Después, fue turno de Leónidas para hacer el cierre y explicar los enfoques de investigación de su equipo de ingeniería.
Micaela regresó a su asiento; Jacobo, siempre atento, ya le estaba ofreciendo una botella de agua. Micaela la tomó con una sonrisa. —Gracias.
Mientras bebía, se topó con la mirada de alguien que se había girado para observarla.
Gaspar, al ver la escena de Jacobo dándole agua a Micaela, entrecerró los ojos y apartó la vista.
Tras el discurso final de Leónidas, la conferencia de dos horas terminó de manera impecable.
Uno a uno, los invitados comenzaron a salir. Micaela recogía sus cosas cuando Jacobo, con voz animada, le propuso: —Ya es hora de la comida, ¿vamos a comer juntos?
Micaela revisó la hora: once y media. No encontró razón para negarse, así que asintió con naturalidad.
—Claro, vamos.
Ambos caminaron juntos hacia la salida, sin notar que Gaspar, desde la primera fila, los observaba con una mirada difícil de descifrar.
De pronto, varios reporteros se les acercaron con entusiasmo. —Señorita Micaela, ¿podemos tomarles una foto?
Antes de que Micaela pudiera responder, Jacobo sonrió. —Por supuesto.
El fotógrafo capturó la imagen y, tras unas preguntas rápidas, Jacobo y Micaela se dirigieron a un restaurante cercano.
No habían pasado ni diez minutos desde que se acomodaron junto a la ventana, cuando tres figuras más entraron al lugar: Samanta, Adriana y Lara.
Al divisar a Micaela y Jacobo, Samanta dudó si deberían buscar otra mesa, pero Lara, de pronto, avanzó con paso decidido hacia Micaela.
Su actitud parecía la de alguien dispuesta a armar un pleito.
Ignorando el ambiente, con los ojos enrojecidos y el gesto retorcido, Lara la confrontó: —Micaela, ¿ya estás satisfecha ahora?
Micaela frunció el ceño. —No sé de qué estás hablando.
—¡Tú ya sabías que yo iba a hacer el ridículo, ¿verdad?! ¿Lo hiciste a propósito para que yo quedara mal? —explotó Lara, desbordando rabia.
Los comensales se quedaron mirando, sorprendidos. Samanta y Adriana se acercaron de inmediato para jalar a Lara.
—Ya, Lara, no es para tanto. Mejor vámonos —dijo Samanta, abrazándola de la cintura para sacarla de ahí.
Adriana, visiblemente avergonzada y con las mejillas encendidas, evitó la mirada de Jacobo, quien simplemente las observaba con calma.
Lara seguía fulminando a Micaela con la mirada. Ahora más que nunca, estaba convencida de que Micaela había preparado una trampa para hacerla quedar mal, y ella había caído por subestimar la situación.
Micaela, firme frente a la mirada llena de odio de Lara, le sostuvo la mirada. —Lara, las oportunidades uno las busca. Si no supiste aprovecharla, ¿cómo puedes culpar a los demás?
Al terminar de comer, recibió la llamada de Leónidas. Tenía que estar en la empresa para una junta a las dos.
Al salir del restaurante, Jacobo parecía apenado. —Ojalá podamos repetir esto otro día.
—Seguro —respondió Micaela, sonriendo.
Jacobo se quedó mirando cómo el carro de Micaela se alejaba. Para él, aquello ya era un buen inicio.
El carro de Micaela se detuvo frente a la entrada de InnovaCiencia Global. Justo en ese momento, un lujoso carro negro se estacionó detrás.
Micaela abrió la puerta y, al mirar hacia atrás, vio que Gaspar también bajaba. Sus miradas se cruzaron apenas por un instante.
Entró al edificio y, al poco, Gaspar la alcanzó y caminó a su lado. —Tu discurso de hoy estuvo bien.
Micaela no necesitaba su aprobación, así que no respondió.
—Pero la próxima vez, en un evento así, como jefa de investigación de InnovaCiencia Global, deberías mantener cierta distancia de Jacobo.
Micaela giró para mirarlo. —¿Eso qué quiere decir?
Gaspar endureció la voz. —En las presentaciones del Grupo Ruiz, tus relaciones públicas pueden afectar la imagen de la empresa.
Dicho esto, se alejó sin esperar respuesta.

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