Aquella tarde, Micaela pasó dos horas en el laboratorio. Tadeo se le acercó con dudas complicadas; él preguntó con seriedad y ella, paciente, le fue guiando con respuestas claras.
Mientras platicaban, Tadeo no dejaba de pensar en lo que Lara había hecho la última vez. En el fondo, sentía la necesidad de advertirle a Micaela que tuviera cuidado con ella.
—Micaela, ¿tú y Lara se llevan bien? —preguntó Tadeo con curiosidad.
—No mucho, la verdad —respondió Micaela con sinceridad.
Al escucharla, Tadeo pensó que, como Lara ahora trabajaba en InnovaCiencia Global y estaba en otro proyecto, ya no tenía caso meterse más en el asunto.
Antes de terminar la jornada, Zaira llamó a Micaela a su oficina. Ahí le mencionó que Gaspar estaba por adquirir Biotech Horizonte y que había tres patentes que Micaela necesitaría para su investigación próxima.
Micaela asintió. Gaspar ya le había dicho que la próxima semana transferiría los derechos de uso de las patentes al laboratorio, así que no tenía de qué preocuparse.
—El proyecto que tienes con Gaspar tiene una inversión enorme —comentó Zaira—. Se nota que está apostando fuerte, sin escatimar ni un peso. Me enteré que las negociaciones con Biotech Horizonte están trabadas. Ellos están pidiendo mucho más de lo que realmente vale en el mercado.
Por dentro, Micaela no pudo evitar una sonrisa sarcástica. Ese experimento de Gaspar era para salvar a Samanta. Por supuesto que iba a invertir lo que fuera necesario; para alguien enamorado como él, el dinero era lo de menos.
Después de todo, Gaspar tenía mucho más talento para ganar dinero que para gastarlo.
—Así que, mira, hay que sacar adelante esta investigación y no defraudarlo —añadió Zaira—. Con respecto al avance, yo me encargo de darte espacio. Sé que en la ciencia lo más importante es poder trabajar sin presión.
Micaela se lo agradeció y, al salir de la oficina, supo que era hora de recoger a su hija en la escuela.
...
Cuando llegó al kínder, vio a Pilar jugando en el parque con Viviana. Pero quien había ido por Viviana no era la niñera ni Jacobo, sino una señora elegante, de esas que se nota que no les falta nada. Por la edad y los rasgos, Micaela dedujo que se trataba de la mamá de Jacobo.
En cuanto se acercó, Viviana la saludó con entusiasmo.
—¡Sra. Micaela!
La señora, que estaba atenta a su nieta, levantó la vista para ver quién llegaba.
Vestida con una camisa blanca sencilla y unos jeans, con el cabello recogido de forma casual, Micaela reflejaba una elegancia tranquila, distinta a la imagen que Felicidad tenía en mente. Adriana le había pintado a Micaela como una mujer coqueta y peligrosa, pero la joven que tenía enfrente transmitía frescura, delicadeza y una belleza apacible.
Aun así, Felicidad recordó que no hay que dejarse llevar por las apariencias. Sabía que las mujeres astutas siempre encontraban la forma de conquistar a los hombres. Además, su hijo nunca había sido fan de las mujeres demasiado llamativas; seguro que prefería a alguien con perfil más académico.
—Buenas tardes, ¿usted es la abuelita de Viviana? —Micaela le sonrió con amabilidad.
Felicidad le devolvió la sonrisa y asintió.
—Tú debes ser Micaela. Viviana habla mucho de ti.
Micaela notó el doble sentido de sus palabras, así que explicó sonriendo:
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