Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 440

Micaela respondió:

[Él anda desesperado por conseguir la patente de su familia.]

—No me digas que esa patente también la necesitas para tu laboratorio —aventó Emilia, con una ceja alzada.

—Ajá.

—¡Con razón terminó cediendo! Así que todo era por salvar a su novia —soltó Emilia, y después de eso, cambió el tema como si nada.

...

En la casa de Jacobo, Felicidad entró de la mano de su nieta. No terminaba de entender por qué su hijo, habiendo vivido antes en una casota, eligió mudarse a un departamento grande en una zona vieja del pueblo. Aunque la decoración no estaba mal, el tráfico por ahí siempre resultaba complicado.

En los últimos dos años, entre la enfermedad de su esposo y el juicio de su hija, Felicidad había estado fuera del país. Ahora, con su esposo fallecido y su hija en la cárcel, regresó justo para la guerra por la herencia de su hijo. Su cuñado, siempre al acecho, se moría por arrebatarle la presidencia del consejo. Al fin y al cabo, Jacobo logró quedarse con el puesto, pero Felicidad no podía dejar de preocuparse por ese cuñado tan ambicioso, que en cualquier momento podía armar otro lío.

Por eso, se había aferrado a la idea de unir a su familia con los Ruiz a través de un matrimonio arreglado.

Poco después, Jacobo llegó a casa. Felicidad mandó a Viviana a jugar al cuarto de juguetes y llamó a su hijo:

—Jacobo, ven, platiquemos un rato.

—Mamá, vengo cansado —dijo Jacobo, claramente sin ganas de charla.

Felicidad no pudo evitar alzar la voz, fastidiada:

—¿Y entonces para cuándo quieres hablar conmigo de la boda con los Ruiz? ¿Piensas seguir haciéndote el desentendido?

—Mamá, yo no quiero casarme por conveniencia, así que ni te desgastes —contestó Jacobo, dándose la vuelta de manera tajante.

Hasta hace poco, Felicidad no entendía por qué su hijo se negaba con tanta firmeza, pero ahora lo tenía claro.

—¿Es por esa Micaela?

Jacobo se detuvo en seco y giró para mirarla.

—¿Me investigaste, mamá?

Felicidad se sentó con elegancia en el sillón.

—Hoy la vi en el kinder. La verdad, la muchacha tiene una presencia que resalta.

—Mamá, por favor, no te metas en su vida —Jacobo se acercó, aunque intentaba parecer indiferente—. Mi vida no tiene nada que ver con ella.

Felicidad sintió coraje. Su hijo decía que no tenía nada que ver con Micaela, pero apenas la mencionaba, ya se acercaba a platicar como si no pudiera evitarlo.

¿De verdad no le importaba?

—¿Nada que ver? —Felicidad tomó su taza de té de hierbas y soltó un resoplido—. ¿Entonces por qué llevas tanto a Viviana a su casa?

Jacobo ajustó su corbata, incómodo.

—Solo somos amigos. Viviana y su hija se llevan muy bien, por eso vamos seguido.

Felicidad conocía demasiado bien a su hijo. Entre más actuaba distante con Micaela, más claro le quedaba que, en el fondo, le importaba muchísimo.

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