Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 507

Micaela dejó el celular a un lado y se frotó las sienes, pensando que ya era hora de explicarle a Tadeo el trabajo que tenía entre manos.

A las seis y media, Micaela manejó de regreso a casa. Apenas abrió la puerta, vio a su hija y a Pepa corriendo hacia ella.

—¡Mamá! ¡Ya llegaste! ¿Es cierto que te vas de viaje por trabajo? —preguntó Pilar sin esperar a que Micaela se acomodara.

Micaela se sorprendió y se agachó para mirar a su hija a los ojos.

—¿Quién te dijo eso?

—Fue papá —contestó Pilar con una seriedad que no le iba a su edad—. Me dijo que este viaje iba a ser muy pesado para ti y que mientras tanto yo iba a quedarme en casa de la abuelita. Mamá, no te preocupes, yo me voy a portar bien.

Por dentro, Micaela sintió una ola de enojo por la manera en que Gaspar tomaba decisiones que no le correspondían. Eso de andar organizando las cosas así, sin consultarla, la tenía harta.

Pero ver lo comprensiva que era su hija le aflojó el corazón. Le acarició la cabeza con ternura.

—Sí, me voy de viaje por trabajo, probablemente unos diez días. Así que prométeme que vas a portarte bien, ¿sí?

La verdad es que dejar a su hija tanto tiempo le partía el alma.

—Sí, mamá. Cuando te extrañe, te voy a llamar —dijo Pilar, aferrada a su promesa.

Aparte de la familia Ruiz, Micaela no tenía a nadie más en quien confiar para cuidar a su hija. Desde pequeña, Pilar había sido una niña muy demandante, y pocas personas podían con ella. Ni siquiera Sofía lograba cuidarla más allá del día; por las noches, solo Gaspar, ella o su exsuegra, la señora Quintana, podían calmarla.

Esa noche, Micaela preparó sus cosas. Ir a Villa Fantasía por diez días era solo una estimación; si algo salía mal con la prueba del nuevo medicamento, podría quedarse aún más tiempo.

No quiso pensar demasiado. Cuando terminó de empacar, salió a caminar con su hija por el barrio, queriendo aprovechar al máximo el tiempo antes de separarse.

...

A la mañana siguiente, su vuelo salía a las diez. A las ocho en punto, Gaspar le mandó un mensaje avisando que ya estaba en la puerta para llevarse a Pilar.

Micaela preparó varias mudas de ropa para su hija y salió con la maleta en mano.

Gaspar acomodó a Pilar en la silla de seguridad del carro y recibió la bolsa que Micaela le alcanzó.

Ella levantó la mirada y lo encaró, dejando claro su mensaje.

—Si Samanta se le acerca a mi hija, no me importa nada, dejo todo y renuncio en el acto a tu laboratorio.

Gaspar se quedó helado. Por un instante, sus ojos se llenaron de sorpresa y se le notó la garganta apretada.

—Te lo prometo —dijo tras una breve pausa—. Ella no se va a acercar a Pilar ni de broma.

Micaela soltó una risa seca.

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