Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 51

—¡Oh! ¿Por qué dices eso?

—Anoche me quedé en su casa y, según lo que vi, ya ni lo más básico de una pareja tienen. Mi hermano la trata distante, y ella se la pasa de mal humor, ni le dirige la palabra. Un matrimonio así, tarde o temprano, termina por romperse.

Samanta esbozó una sonrisa en la comisura de los labios.

—¿De verdad?

—Samanta, ¡échale ganas! Yo solo te reconozco a ti como mi cuñada.

Samanta levantó su café y dijo:

—En la tarde tráete a Pilar a mi casa, ¿sí? Compré cosas sabrosas para ella.

—Va, apenas la recoja, nos vamos directo contigo —asintió Adriana.

...

En el edificio del laboratorio, Micaela estaba sentada en su oficina, escribiendo su tesis. Ramiro tocó a la puerta.

—¿Vas a venir mañana a la inauguración?

—Sí, pero no quiero llamar la atención —sonrió Micaela.

Ramiro se acomodó los lentes.

—Yo tampoco quiero que te la pierdas.

Por la tarde, Micaela recibió un mensaje de Adriana avisando que iría por la niña. Micaela soltó un suspiro; justo no había terminado su trabajo, así que decidió quedarse a hacer horas extra.

Para cuando Micaela salió del laboratorio y volvió a casa, ya eran casi las ocho. Apenas abrió la puerta, Sofía le preguntó:

—Señora, ¿Pilar no ha regresado?

Micaela se alteró.

—¿Pilar todavía no está aquí?

—No, señora —respondió Sofía.

Micaela sacó el celular de su bolsa y marcó el número de Adriana.

—¿Bueno?

—¿Dónde está Pilar? —preguntó Micaela, la voz tensa.

—Está conmigo, vamos a llegar tarde.

—Adriana, trae a Pilar a la casa —insistió Micaela, visiblemente molesta.

—¿Y qué tiene que la lleve a casa de una amiga a jugar un rato?

Lo que Micaela temía se estaba cumpliendo: Adriana se había llevado a la niña con Samanta. Tanto que le costó volver a ganarse la confianza de su hija, y ahora Samanta quería entrometerse entre ellas.

—Mándame la dirección, yo paso por Pilar —dijo Micaela, esforzándose por mantener la calma.

—Ya vamos —replicó Adriana, nada contenta, y colgó.

Micaela se sentó en el sillón a esperar. Ni siquiera tocó la comida recién hecha por Sofía. Hasta las ocho y media, por fin Adriana entró de la mano de Pilar. En cuanto Micaela la vio, notó el manchón de chocolate alrededor de la boca de su hija y se le revolvió el estómago. Últimamente, al cepillarle los dientes, había notado que Pilar tenía una caries en el lado izquierdo.

—Pilar, ven a cenar —le dijo Micaela, resignada a cepillarle los dientes más rato esa noche.

—¿Mi hermano no ha llegado? —preguntó Adriana, con el ceño fruncido. No le gustaba estar con Micaela.

—El señor no ha vuelto —respondió Sofía con una sonrisa.

Adriana tomó su celular y marcó a Gaspar.

Gaspar contestó rápido.

Capítulo 51 1

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