Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 530

—Pero yo sí quiero ir —Pilar alzó la cara llena de ilusión, miró a su mamá y luego corrió hacia Micaela, aferrándose a la orilla de su blusa—. Mamá, de verdad quiero ir…

Micaela bajó la mirada y se topó de lleno con los ojos suplicantes de su hija. Por un momento, no supo qué responder.

Si solo fuera por acompañar a Pilar, no tendría ningún problema. El asunto era Gaspar. Si él pensaba unirse… prefería quedarse en casa con su hija y no ir a ningún lado.

Gaspar captó de inmediato la incomodidad de Micaela. Se agachó para hablarle a Pilar:

—Ve al patio a jugar con Pepa un rato, manita. Quiero platicar con tu mamá.

Pilar asintió y abrazó a su dinosaurio de juguete antes de salir corriendo al patio. Apenas Pilar se fue, Gaspar se puso de pie y clavó la mirada en Micaela, con un tono serio:

—Mañana tengo tiempo. Si quieres, puedo ir…

—No hace falta —lo interrumpió Micaela, cortante—. Aunque tengas tiempo, no tienes por qué meterte en mi vida.

Gaspar frunció las cejas.

—Hazlo por Pilar, solo esta vez.

—Ni una sola —la negativa de Micaela fue tajante.

—¿No quieres que yo acompañe? —Gaspar ladeó la cabeza, su tono cargado de doble intención—. ¿O será que prefieres que Anselmo vaya con ella?

Micaela soltó una risa sarcástica.

—Con quién salga o no salga, es asunto mío.

—¿Salir? —Gaspar alzó una ceja—. ¿Ya están en ese plan?

Micaela estaba a punto de responder con otro comentario cortante, pero de pronto escucharon el llanto de Pilar desde la escalera exterior. Salió corriendo y la vio tirada en el suelo, sollozando. La levantó con ternura.

—¿Te lastimaste? A ver, déjame ver.

Gaspar se agachó junto a ellas y revisó las rodillas de la niña. Tenía raspaduras en ambas.

Entre lágrimas y sollozos, Pilar extendió los brazos:

—Papá… abrázame…

Gaspar la tomó suavemente de los brazos de Micaela y la llevó adentro. Sofía, que había visto todo, corrió a traer el botiquín.

Gaspar limpió las heridas de Pilar y le puso medicamento con una habilidad que solo puede dar el cariño y la costumbre.

Micaela, mientras veía la escena, apartó la mirada. No podía negar que Pilar tenía un apego profundo por su papá.

—Papá… mamá… ¿ustedes estaban peleando? —Pilar levantó la carita, manchada de lágrimas, y preguntó con duda.

Micaela y Gaspar se quedaron callados por un momento. ¿Habían hablado tan fuerte?

—No estábamos peleando, solo platicábamos de algo importante —explicó Gaspar con voz suave.

—Entonces… ¿mañana sí vamos a ir a la playa todos juntos? —Pilar, aún con la carita húmeda, volvió a mirar a sus papás con esperanza.

Al ver que Micaela no respondía, Pilar rompió en llanto de nuevo.

—Yo quería ir a la playa con mis papás, pero nunca puedo… Todos los niños van con sus papás, menos yo…

Su llanto esta vez fue más fuerte, con sollozos que le sacudían el pecho. Hasta Sofía, desde un rincón, sintió el corazón apachurrado.

Micaela, al ver a su hija así, cerró los ojos y respiró profundo. No pudo resistirse.

—Está bien… —dijo, cediendo al fin.

Pilar, aún con dudas, extendió su dedo meñique.

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