—Micaela, te lo digo por tu bien, aquí venimos a salvar vidas, no a presumir de dónde venimos. Es cierto, admiro mucho a tu papá, pero tú nunca serás como él —Lara esbozó una media sonrisa, con un deje de burla en los labios.
—Gracias por el consejo —respondió Micaela, sin perder la calma.
—Ya veremos quién gana esta vez —reviró Lara, alzando la cabeza con orgullo antes de marcharse.
...
Micaela se dirigió al laboratorio y se sumergió en su trabajo. Tomó la raíz fresca de Yerba Sanaluz, recién llegada esa mañana, y empezó el proceso de extracción.
Hacía dos años, Micaela había desarrollado en el laboratorio una muestra experimental. Finalmente, logró aislar de la Yerba Sanaluz un compuesto amarillo capaz de eliminar con rapidez los virus esféricos, con efectos secundarios casi nulos. Hasta ahora, nadie había encontrado un tratamiento tan efectivo y veloz.
Ahora que ese virus había comenzado a circular en el país, aunque de momento solo en unas pocas zonas, el riesgo de que se propagara era alto por su velocidad de mutación. Si no actuaban rápido, la situación podría salirse de control.
Micaela quería frenar la expansión, tanto por vocación como por un sentido de responsabilidad.
En un abrir y cerrar de ojos, pasaron tres días. Micaela se las arreglaba para no fallarle a su hija yendo por ella a la escuela a la hora, mientras dedicaba el resto del tiempo al experimento. Para el cuarto día, al amanecer, ya estaba en el laboratorio, gota a gota, inyectando el extracto purificado sobre los cultivos virales bajo el microscopio. En cuestión de segundos, los virus se agrupaban y colapsaban, muertos en masa.
Micaela dejó escapar un suspiro y llamó a Óscar:
—Ve a buscar al Dr. Ramiro.
Ramiro llegó en poco tiempo. Al ver los resultados, no pudo ocultar su asombro. Sus ojos brillaban de emoción.
—¡Mica, eres un genio de la medicina!
Ella le sonrió con humildad.
—Ramiro, aquí termina mi parte. Ahora te toca a ti.
—Perfecto, vamos a contactar a la farmacéutica y poner esto en producción, que llegue a la clínica lo antes posible.
—Leyendo mucho, eso ayuda —respondió Micaela, sin siquiera mirarla.
Ramiro los interrumpió, contundente.
—Basta, Lara. No hay lugar para la envidia aquí. El procedimiento de Micaela es impecable; su trabajo es digno de confianza. El de ustedes también tiene mérito, pero no por eso vamos a negar los resultados de Micaela.
Lara apretó los labios, callada, pero la rabia le quemaba por dentro. ¿Por qué Micaela tenía tanta suerte? Encontrar una planta que derrotara a un virus así era como buscar una aguja en un pajar.
...
Terminado el encuentro, Lara se precipitó a su laboratorio. Siguiendo las indicaciones de Micaela, preparó el extracto y lo analizó bajo el microscopio. Al ver la reacción, el asombro la paralizó y terminó dejándose caer en la silla.
—¿Cómo puede ser? ¿Cómo Micaela logró esto?

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