Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 644

Micaela se puso de pie frente a la pantalla del proyector, guiando a todos por los datos de cada etapa en el desarrollo del nuevo medicamento. Su voz era clara y amable, su explicación impecable, y en sus ojos brillaba ese destello profesional que, sin proponérselo, la hacía irradiar una seguridad que atraía miradas.

—En cuanto a la mejora del nuevo medicamento, hemos implementado la tecnología más reciente de—. Micaela apenas iba a profundizar en el tema cuando la puerta del salón de reuniones se abrió desde fuera.

Gaspar entró con paso firme, impecable en su traje. Todos sabían quién era. Hizo una señal de disculpa con la mano.

—Perdón por llegar tarde.

Sin más, arrastró la silla más cercana y se sentó.

La mirada de Micaela, bajo el juego de luces, se volvió algo más distante. Apretó el láser en su mano y se detuvo por un instante.

—Doctora Micaela, por favor, continúe —intervino Gaspar con voz profunda.

Micaela respiró hondo, obligándose a recuperar el enfoque, y retomó la exposición con la misma entrega.

Gaspar entrecerró los ojos, observando cada movimiento de Micaela en el estrado, siguiéndole el paso a cada palabra, cada gesto, cada pausa.

Notó el momento en que revisó su reloj, la forma en que bebía agua durante un alto, y cómo Micaela fruncía el ceño y mordía los labios al sentirse observada por él.

Pronto llegó la ronda de preguntas. Los expertos de la FDA presentes no tardaron en lanzar cuestionamientos incisivos sobre todos los aspectos del proyecto.

Gaspar apretó apenas el entrecejo, recorriendo con la mirada a ese grupo de especialistas tan exigentes.

Pero Micaela ya se había preparado para eso. Respondía con soltura, incluso explicando a fondo detalles adicionales que los expertos deseaban entender.

Al fin y al cabo, ella era la investigadora principal del nuevo medicamento. Nadie más conocía mejor los detalles técnicos.

En su campo, Micaela siempre parecía moverse con una soltura admirable.

Zaira la observaba con una mirada llena de respeto. En los ojos serenos y profundos de Gaspar no se distinguía del todo la emoción, pero estaba claro que, tras la revisión de este nuevo medicamento, pudo relajarse un poco.

La reunión terminó a las cuatro. Micaela y algunos expertos se quedaron conversando unos minutos más.

Gaspar, en cambio, se encontraba a unos pasos, junto al pequeño jardín exterior, ocupado en algo que nadie sabía.

Solo cuando Micaela salió del edificio, con su bolso y el abrigo en la mano, él la volteó a ver.

—Hoy tus ideas fueron muy acertadas —le comentó Gaspar.

—Solo es mi trabajo —contestó Micaela, seca.

En ese momento, Zaira, que terminaba de despedirse de algunos expertos, se acercó.

—Micaela, ¿te vas con nosotros o vas en el carro de Gaspar?

Habían llegado todos juntos en el carro de Tadeo, así que Micaela no traía el suyo.

—Me voy con ustedes —dijo enseguida, sin mirar atrás, y se unió al grupo.

Gaspar no dijo nada más. Cuando el equipo se alejó, él ajustó sus botones del saco. Enzo se acercó desde el otro extremo del pasillo.

—Sr. Gaspar, ¿quiere que lo lleve a la oficina ahora?

Gaspar asintió. Entonces sonó su celular, lo tomó y respondió:

—¿Hola? ¡Doctor Ángel!

—Sr. Gaspar, hemos recibido algunos datos del último análisis de la muestra que nos entregó.

—Lo platicamos en cuanto llegue a la oficina, por videollamada.

Nuestro precio es solo 1/4 del de otros proveedores

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