Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 654

—¿No que no ibas a traer regalos? —Micaela soltó una sonrisa resignada, sin poder evitar la sensación de que esto ya era costumbre.

—Un regalo siempre se tiene que dar —contestó Anselmo, y tras decirlo, se alejó con paso firme y decidido.

Después de cerrar la puerta, Micaela recordó el ramo de flores que Anselmo le había dado. Revolvió entre los tallos hasta que encontró una pequeña caja de terciopelo. Al abrirla, bajo la luz, dos diamantes relucían con un brillo deslumbrante.

Micaela contuvo la respiración. Ese tipo… ¿de nuevo con regalos tan caros?

Sabía que para él era sencillo pagar algo así, pero a Micaela el detalle le pesaba más de lo que le gustaba admitir. Mientras seguía dándole vueltas al tema, Pilar irrumpió corriendo con cara de angustia:

—Mamá, ¿has visto a Pepa?

Micaela se quedó helada. Durante la cena, Pepa seguía en la sala.

—Pepa —llamó en voz alta.

Pero la casa entera estaba en completo silencio. Ni un ladrido, ni el eco de sus patitas.

—Mamá, ¿dónde está Pepa? ¿Por qué desapareció? —Pilar ya tenía los ojos llenos de lágrimas, a punto de desbordarse.

En ese momento, Sofía salió de la cocina, enterándose de la situación.

—Pilar, tranquila, Pepa no se va lejos.

Luego, se acercó a Micaela y le murmuró:

—Señora, ¿por qué no baja a la casa de don Gaspar? Tal vez Pepa olió algo y se fue para allá.

La expresión de Micaela se endureció al instante. Cerró el puño sin pensar.

—Mamá, ¡vamos a buscar a Pepa! —Pilar ya lloraba de verdad, aferrada a la ropa de su madre.

Micaela se agachó para calmarla:

—Está bien, voy a bajar a buscarla. Tú quédate aquí, no va a ir muy lejos.

—¡Sí! —Pilar se secó las lágrimas con el dorso de la mano.

Micaela salió apresurada. Llamó al ascensor y, mientras bajaba al piso 27, su mente era un torbellino de ansiedad.

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