Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 668

—Permítanme tantito, voy al baño —dijo Samanta apresurada, interrumpiendo la charla.

Se levantó tambaleándose, como si el mundo se le viniera encima. Sostuvo con una mano su vestido de fiesta color champán y, con la otra, apretó la cadena de su collar hasta que le dolió la palma. Toda la elegancia que la caracterizaba había desaparecido, y ahora parecía alguien que huía a toda prisa.

Al mismo tiempo, Micaela también se puso de pie y caminó hacia el baño, tomando el mismo rumbo.

Samanta prácticamente se lanzó al baño. Cuando se miró en el espejo, su cara estaba tan pálida que parecía de cera. Trató de quitarse el collar, pero las manos le temblaban tanto que era incapaz de soltar el broche.

En ese momento, una clienta entró para lavarse las manos.

—Señorita, ¿quiere que le ayude con eso? —preguntó la mujer, viéndola forcejear con el collar.

—Le agradezco mucho —contestó Samanta, esforzándose por sonreír y aparentar tranquilidad.

La mujer se acercó, le ayudó a desabrochar el collar y, al ver la joya, no pudo evitar comentar:

—Qué bonito collar.

—Gracias —respondió Samanta, con una voz rígida, casi sin vida.

En cuanto la otra mujer salió, el baño quedó en completo silencio. No se escuchaba ni un suspiro, como si el aire se hubiera detenido.

Samanta respiró hondo, tomó el collar y le dio la vuelta para mirar la parte de abajo del dije de diamante más grande. Ahí, en la base de platino, encontró dos iniciales grabadas con precisión: M.A.

Esas letras la apuñalaron en el pecho, como si fueran cuchillas. Justo entonces, oyó pasos y, al levantar la cabeza, vio la silueta de Micaela entrando al baño. La sombra de la otra mujer se reflejaba en el suelo bajo la luz blanca y gélida del baño, haciendo que Samanta se viera aún más pálida y frágil en el espejo.

La rabia le chisporroteó en los ojos. Apretó el collar con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. Frente a ella, Micaela lucía impecable en un vestido de gala color celeste. No llevaba joyas llamativas, pero su porte elegante era imposible de ignorar.

Micaela notó el collar desabrochado y la expresión herida de Samanta. Todo le quedó claro al instante.

Si ese collar había sido mandado a hacer por Gaspar especialmente para Samanta, entonces las iniciales en la parte de abajo no deberían ser las de otra persona. Y, por la cara de Samanta, ya lo había descubierto.

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