Él fue directo y se lo contó a Micaela.
Por supuesto, Micaela ya lo había escuchado todo por parte de Franco.
—Eso es asunto tuyo, no me interesa enterarme —soltó ella, con la mirada distante.
—Solo quería que supieras que el dinero que gané con las opciones no es para beneficio propio—
Micaela, visiblemente fastidiada, puso los ojos en blanco. No tenía la menor intención de perder el tiempo escuchando sus justificaciones.
Lo interrumpió de inmediato:
—No me interesa nada de lo que hagas.
Apenas terminó de hablar, Micaela tomó su bolso y salió a grandes pasos hacia la puerta. Un portazo retumbó en el cuarto.
Gaspar se quedó sentado en el sofá, con el ceño fruncido.
Enzo, que había visto a Micaela salir, empujó la puerta y entró. Al ver a Gaspar tan tenso en el sofá, no pudo evitar preguntar:
—Señor Gaspar, ¿está bien?
—Sí, no pasa nada —contestó Gaspar. Luego sacó de un cajón un sobre que llevaba dos días guardando; era una invitación. Se la entregó a Enzo para que se la hiciera llegar a Micaela.
Enzo tomó la invitación, que venía de la Cumbre Mundial de Medicina de Costa Brava.
Sin perder tiempo, Enzo asintió y salió a paso rápido tras Micaela.
Micaela apenas había llegado al vestíbulo cuando escuchó a Enzo llamándola desde atrás:
—Señorita Micaela, espere.
Ella se volvió y él le tendió el sobre.
—Señorita, el señor Gaspar le pidió que le entregara esto.
Micaela abrió el sobre y, al ver el contenido, los ojos se le abrieron de par en par: era una invitación para la Cumbre Mundial de Medicina de Costa Brava, fechada para la semana siguiente.
El corazón de Micaela dio un brinco de emoción. Sabía perfectamente el peso de ese evento: era el encuentro más importante de la medicina a nivel mundial, donde incluso los académicos más reconocidos batallaban para conseguir un pase de entrada.
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