Poco después, un carro de la televisora llegó para recoger a Gaspar. Esta vez, Gaspar tenía una entrevista personal sobre finanzas.
Media hora más tarde, Anselmo llevó a Micaela de regreso al hotel para que descansara.
—Faltan tres horas para tu vuelo, —comentó Anselmo—. Descansa un rato, yo te llevaré al aeropuerto a tiempo.
Micaela le agradeció de todo corazón.
—Anselmo, de verdad, ya te estoy dando demasiada lata. Yo puedo pedir un carro y llegar sola al aeropuerto.
—Ni pensarlo, no me quedo tranquilo si no te llevo yo mismo —respondió Anselmo negando con la cabeza—. Solo si te acompaño me quedo en paz.
—Pero así es demasiado—
—A mí me gusta que me pidas favores, ¿eh? Además, cuando me vaya a la base, ya no vas a tener tantas oportunidades de molestarme —bromeó Anselmo soltando una sonrisa pícara.
Ambos se contagiaron la risa.
—La próxima vez que vengas a Ciudad Arborea, ahora sí me toca invitarte a comer —dijo Micaela.
—Trato hecho —contestó Anselmo.
Después de todo, Micaela también le había echado la mano a su papá esta vez. ¿Cómo no iba a atenderla bien?
...
Mientras tanto, Gaspar estaba en medio de la entrevista en la televisora. El conductor sonreía mientras le preguntaba:
—Señor Gaspar, sabemos que su empresa de biomedicina aún no se ha lanzado a la bolsa. ¿Nos podría compartir las razones?
Gaspar, frente a la cámara, inclinó levemente la cabeza y, con una mirada profunda que atravesaba el lente, respondió:
—Lo que quiero no es solo crear una empresa. Tampoco pienso venderla ni lanzarla a la bolsa solo por dinero. Lo que busco es aportar algo a la humanidad y seguir construyendo sobre lo que ya dejaron quienes vinieron antes. La industria farmacéutica es diferente a las demás. Desarrollar un medicamento nuevo puede tomar, fácil, diez años o más. Si solo estuviéramos pensando en ganar dinero rápido, podríamos buscar atajos. Pero yo prefiero que mi equipo tenga la tranquilidad de hacer medicinas que de verdad salven vidas.
Por un instante, en los ojos del conductor brilló una admiración genuina.
—Dicen que su exesposa, la doctora Micaela, también es experta en este campo, ¿cierto?
La expresión de Gaspar se tornó suave.
Gaspar apretó los labios, luchando por mantener la compostura. Cuando por fin salieron del embotellamiento, el chofer apuró el paso, adelantando a varios carros seguidos.
Llegaron a la terminal veinte minutos antes del abordaje.
Gaspar se dirigió a paso veloz a la zona VIP. Personal del aeropuerto, que ya había sido avisado, lo esperaba allí.
—Señor Gaspar, por favor por aquí. Le hemos preparado el acceso rápido —dijo el empleado con cortesía.
Gaspar asintió con la cabeza y siguió al personal, cruzando el pasillo exclusivo. Mientras caminaba, sus ojos recorrían la sala de espera, como si buscara a alguien.
Al girar en una esquina, Gaspar se detuvo en seco. A través de la pared de vidrio, alcanzó a ver frente a la puerta de embarque a Micaela, parada cara a cara con Anselmo.
Anselmo bajaba la cabeza, diciéndole algo a Micaela, quien levantaba el rostro con una leve sonrisa en los labios.
La mirada de Gaspar se tornó sombría de inmediato. En ese instante, ni el personal del aeropuerto se atrevió a interrumpirlo.
Anselmo, entonces, le dio unas palmadas en el hombro a Micaela y le dijo algo más. Ella le sonrió, le agitó la mano y fue directo a entregar su pase de abordar para entrar.

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