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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 740

Terminada la cena, ya eran las ocho y media. Micaela Arias tomó de la mano a su hija y dijo:

—Despídete de tu papá, mi amor.

Pilar Ruiz, ya una niña bastante sensata, entendía que con que su papá compartiera la cena con ella, era suficiente. No podía pedir más.

—Adiós, papá —dijo Pilar, agitando la manita.

Gaspar Ruiz se agachó a su altura.

—Ven, que te doy un abrazo antes de irme.

Pilar corrió a sus brazos y él la apretó contra su pecho. Luego, Micaela, sin mirar atrás, tomó de nuevo la mano de su hija y se dirigió al elevador. Esa noche, ambas se quedarían a dormir ahí.

Gaspar las observó hasta que el elevador cerró sus puertas y entonces se dio la vuelta para marcharse. Todavía debía regresar a la oficina para una videollamada pendiente. Por acompañar a su hija durante la cena, había pospuesto la reunión hasta la madrugada.

...

En la mansión Ruiz.

Adriana Ruiz había recibido unas fotos justo mientras platicaba en casa con Samanta Guzmán, tomando bebidas preparadas. Adriana se quedó viendo el celular, y su expresión cambió de inmediato.

—¿Qué pasó? —preguntó Samanta, dejando su taza sobre la mesa con elegancia.

Adriana le pasó el celular.

—No lo puedo creer, mi hermano está pasando la Navidad con Micaela.

Samanta mantuvo la sonrisa.

—Parece que Gaspar de verdad adora a Pilar.

—Samanta, ¿no te molesta? —Adriana sentía que esas fotos le ardían en los ojos.

—Siempre he sabido que Gaspar es un buen papá, y eso lo admiro mucho —respondió Samanta, bebiendo otro sorbo—. Pero Micaela... ella sí que es interesante.

—¿Por qué lo dices?

—Mi hermana me contó que Jacobo Montoya le llevó flores y regalos ayer, y hoy Micaela ya estaba cenando con Gaspar y Pilar —Samanta hizo una pausa significativa—. Sabe cómo acomodar sus piezas.

Adriana apretó el puño, llena de rabia.

—Yo siempre dije que Micaela es de las que coquetean con todos, pero Jacobo nomás no lo entiende.

Samanta la miró con ternura.

Samanta se sonrojó un poco.

—Adriana, esas cosas mejor que las proponga tu hermano.

Adriana puso los ojos en blanco.

—Ya sabes cómo es, un adicto al trabajo. Si tú no tomas la iniciativa, él jamás lo va a hacer.

Samanta sonrió con dulzura.

—No importa, estoy dispuesta a esperarlo.

Adriana no pudo evitar admirar a Samanta. Era una mujer comprensiva, paciente y atenta. Ahora entendía por qué su hermano estaba tan enamorado de ella; comparada con el carácter fuerte de Micaela, Samanta le llevaba ventaja por mucho.

Lo que no entendía era qué le veían los hombres a Micaela. Aparte de ser lista, no le encontraba otro atractivo.

Al irse Adriana, Samanta soltó un suspiro, tomó el celular y respondió a Lionel:

[Gracias, de verdad. Siempre te estoy molestando con estos favores.]

Esa fragancia no se encontraba en ninguna tienda, era algo hecho especialmente para Samanta. Llevaba casi ocho años usándola y nunca la había cambiado.

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