Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 748

Después de acomodarse, Lionel le dijo:

—Ya pedí la comida, revisa si quieres agregar algo.

—Tenemos gustos parecidos, así que no hace falta —contestó Gaspar con una sonrisa tranquila.

Lionel sirvió una bebida caliente para Gaspar, aparentando naturalidad mientras preguntaba:

—Gaspar, ¿cuántos años llevas conociendo a Samanta?

Gaspar tomó la taza entre las manos, bajó la mirada y, tras pensarlo un momento, respondió:

—Diez años.

—Diez años… Para una mujer, eso es pasar de la juventud a la madurez —comentó Lionel, dejando la taza sobre la mesa y acariciando el borde con los dedos—. Todos los que estamos cerca hemos notado lo que siente Samanta por ti. Cuando te divorciaste de Micaela, ella nunca se apartó de tu lado. Dime, ¿no crees que ya es hora de darle una respuesta clara?

Gaspar levantó la vista, su tono no revelaba ninguna emoción:

—Siempre hemos sido amigos.

La mano de Lionel, que reposaba sobre la mesa, se cerró en un puño. Su voz sonó con un dejo de fastidio:

—Gaspar, aunque seas mi hermano, hay cosas que ya no aguanto. Samanta ha estado ahí por ti todos estos años, no puedes seguir haciéndote el ciego. ¿Todavía insistes en llamarla solo amiga?

Gaspar frunció el entrecejo, pero respondió con sinceridad:

—Una amistad es una amistad.

Volvió a servirse y bebió casi todo de un solo golpe. Respiró hondo y siguió:

—No te estoy pidiendo que te cases con ella, solo quiero que entiendas que Samanta no es una mujer que deba resignarse a esperar. Ella merece que la cuiden, que la valoren. Si tú no puedes darle lo que quiere, lo mejor sería dejarla ir, no la retengas, ni le quites la oportunidad de ser feliz con alguien más.

—Yo con ella… —intentó decir Gaspar, pero Lionel lo interrumpió, dejando el vaso sobre la mesa con violencia.

—Lo que pase entre ustedes es asunto tuyo, pero escúchame bien, Gaspar: Si vuelves a lastimarla, nuestra amistad se termina aquí.

No alcanzó a terminar su frase, porque en ese momento una figura entró apresurada al restaurante y se acercó a su mesa. Era Samanta, que caminaba decidida hacia ellos.

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