—Señor Gaspar, ¿me estaba buscando? —Ramiro esbozó una sonrisa cordial.
—Señor Ramiro, quería consultarle algunas cosas —respondió Gaspar, con un tono sereno.
Ramiro asintió mientras terminaba de comer.
—Vamos a mi oficina y platicamos ahí.
No muy lejos de ellos, Verónica y Lara también alcanzaron a ver a Gaspar. Verónica no pudo evitar exclamar:
—¡Tu hermana sí que tiene suerte! Ese Gaspar está guapísimo, ¿eh? Mira ese cuerpo, esa cara, y ni se diga el porte... ¡es de los que no se ven ni una vez en la vida!
Lara, sin embargo, se quedó mirando a Ramiro. Gaspar era atractivo, sí, pero emanaba una vibra de “no te me acerques” que la ponía tensa, como si con solo acercarse ya sintiera la presión. A ella le agradaba más Ramiro, que tenía una calidez refrescante, como una brisa suave.
—Son dos tipazos, la neta —añadió Verónica.
...
Ya en la oficina de Ramiro, este escuchó con atención mientras Gaspar le explicaba la situación médica que quería consultar. Al terminar, Ramiro preguntó con curiosidad:
—¿Se trata de algún familiar suyo, señor Gaspar?
—Un amigo —contestó Gaspar, sin titubear.
—Mire, con este tipo de enfermedad, aún no hay una cura definitiva. Pero si se trasplantan células madre sanas de manera periódica para mantener la función de la sangre, el paciente puede llevar una vida normal.
—Gracias. Necesito que el equipo de su laboratorio empiece con esta investigación de inmediato. Ojalá podamos encontrar una solución pronto —solicitó Gaspar, con firmeza.
Ramiro asintió de nuevo.
—Por supuesto, formaremos un equipo especializado para trabajar en esto.
Gaspar inclinó apenas la cabeza.
—Le encargo mucho este asunto, señor Ramiro. Voy a invertir quinientos millones de pesos extra en este proyecto. Cualquier gasto futuro en investigación, yo me hago cargo.
El comentario dejó a Ramiro sorprendido por un instante, pero enseguida sonrió.
—Perfecto. Nuestro laboratorio pondrá todo el empeño en esto. Espero que su amigo pueda recuperarse pronto.
Ambos se despidieron con un apretón de manos breve. Gaspar, con su figura esbelta y elegante, se alejó rumbo al elevador.
...
En el laboratorio, Micaela estaba concentrada, moviéndose de un equipo al otro. De pronto, Ramiro entró con bata esterilizada y le habló desde la puerta.
—Hace rato vino Gaspar a platicar conmigo sobre una nueva investigación.
—¿De qué se trata? —preguntó Micaela, dejando por un momento lo que hacía.
—Sí, lo estoy —respondió Micaela. Sabía que ese dinero podía ser la clave para resolver sus dudas científicas.
...
El viernes por la noche, Micaela recibió una llamada de Florencia, quien insistió en que fuera a cenar con su hija.
Micaela no pudo negarse a la abuelita, así que preparó a Pilar y se fueron juntas.
Al llegar al salón principal, vio que Gaspar ya estaba ahí, junto con Adriana.
—Pilar, ¿me extrañaste? —Adriana se acercó sonriente para tomar de la mano a Pilar.
La niña asintió y Adriana la sentó en sus piernas para entretenerla.
Micaela se sentó junto a la abuelita, notando que hoy se veía de muy buen ánimo.
—Abuelita, estos días conviene que use cubrebocas cuando salga —le aconsejó Micaela, preocupada por su salud.
—¿Y eso para qué? Según escuché, ya inventaron un medicamento especial —interrumpió Adriana, con aire despreocupado.
Justo en ese momento, Damaris entró con una bandeja de frutas frescas. Adriana, emocionada, le preguntó:
—Mamá, ¿sí sabes quién inventó ese medicamento especial?

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