Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 864

—Espera —dijo Gaspar de repente, levantándose de golpe y deteniendo a Micaela justo cuando estaba a punto de irse.

Micaela se volvió, mirándolo con paciencia, esperando a que continuara.

Gaspar recuperó su tono sereno, el de siempre.

—Lo que me dijiste, lo voy a pensar —afirmó. Luego agregó, con un tono que no admitía discusión—: Lo de Samanta lo voy a manejar yo. Pero quiero que entiendas algo: si se trata de salvar a mi familia, de asegurarle un futuro a Pilar, no hay precio que no esté dispuesto a pagar.

Al escuchar eso, Micaela frunció el entrecejo. Nada de lo que Gaspar decía la sorprendía ya. Desde el primer día que lo conoció supo que era alguien capaz de todo con tal de lograr su objetivo, sin dudarlo ni un segundo.

—Pero hay algo que necesito que me prometas —dijo Gaspar de pronto, con la mirada clavada en ella, intensa, como si buscara leerle el alma.

Viendo la determinación en los ojos de Gaspar por salvar a su hija, Micaela dejó a un lado parte de su actitud distante.

—Dilo.

—Lo que hablamos ahora tiene que quedar entre nosotros. Absoluta discreción. Nadie puede saberlo. Especialmente Samanta —insistió Gaspar, sin apartar los ojos de ella.

Micaela arrugó la frente, incómoda.

Gaspar prosiguió:

—Samanta y yo tenemos un acuerdo de confidencialidad con validez legal. Está muy claro: toda la información relacionada con su papel como donadora, cualquier cosa vinculada al procedimiento, no puede salir de aquí. Si no es con su consentimiento, ella tiene todo el derecho de cancelar cualquier... colaboración conmigo.

Las últimas palabras las pronunció despacio, marcando cada sílaba.

Micaela bajó la mirada, escuchando en silencio.

Gaspar continuó, con la voz un poco más baja:

—Micaela, que el plan de Ángel funcione depende mucho de que ella acepte seguir donando, que colabore. Y de los tratamientos que Pilar vaya a necesitar en el futuro. Todo está ligado. No puedo arriesgarme a perder esa posibilidad.

Micaela no respondió. Gaspar exhaló, avanzó un paso y su voz se volvió casi suplicante.

—Entonces, ¿puedes guardar el secreto hasta que yo la convenza? Hazlo... por nuestra hija.

Había que admitirlo: este tipo sabía negociar. Sabía exactamente cómo tocar el punto débil de Micaela.

Ella levantó la cabeza. Todo lo que Gaspar acababa de confesar le dejaba claro algo: desde hace diez años, Samanta tenía a Gaspar en la palma de la mano. Por eso entre los dos había una relación de negocios, pero también algo más, un lazo difícil de romper.

Pero nada de eso importaba ahora. Por Pilar, Micaela no tenía opción más que ceder.

—Está bien —dijo al fin—. Te lo prometo. Hasta que la convenzas, no voy a decirle nada a nadie.

Nuestro precio es solo 1/4 del de otros proveedores

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Divorciada: Su Revolución Científica