Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 866

—No puede ser, me estás mintiendo. Yo estoy bien, ¿cómo voy a tener una enfermedad hereditaria? Mamá también está bien, solo le duele el pecho, pero eso es lo de siempre—. El rostro de Adriana se quedó sin color, y en su desesperación, intentó negar todo. Solo quería ser una persona normal.

Sin embargo, su cuerpo la traicionó: un temblor incontrolable le recorría los brazos y las piernas.

Gaspar le puso las manos en los hombros y la obligó a sentarse de nuevo en el sofá, forzándola a tranquilizarse. Su mirada era tan firme como una roca, imposible de evitar.

—Adriana, si quieres seguir viviendo, cálmate —le ordenó con voz tajante—. Hazme caso.

A un lado, Ángel preguntó con delicadeza:

—Señorita Adriana, ¿últimamente ha sentido mucho cansancio, debilidad? ¿Se le ha ido el hambre? ¿A veces le salen moretones sin razón aparente?

Adriana respiró agitadamente. Todo lo que el doctor decía le sonaba demasiado familiar. De hecho, apenas ayer se había notado un moretón en la pierna y pensó que se había golpeado con algo.

—¿No será por desvelarme o porque he estado de mal humor? —intentó justificarse, buscando una salida.

—Señorita Adriana, la verdad es que ya muestra los primeros síntomas de la enfermedad de su mamá —le explicó el doctor Ángel.

Las palabras de Ángel cayeron sobre Adriana como una sentencia inapelable, haciéndole sentir que el mundo se desmoronaba bajo sus pies. Un miedo enorme la atrapó, y las lágrimas comenzaron a brotar sin control de sus ojos. Miró a su hermano mayor con la voz quebrada:

—Hermano, ¿cómo pasó esto? ¿De verdad estoy tan enferma? ¿Me voy a morir? ¿Cuánto tiempo me queda?

—¡No va a pasar nada de eso! —Gaspar la miró con convicción, sin dudar ni un segundo—. Pero necesito que me ayudes y sigas las instrucciones. Vamos a encontrar la forma de curarte. Solo necesito tu apoyo y que participes.

El cuerpo de Adriana seguía temblando, incapaz de asimilar la noticia. Gaspar suavizó su tono y trató de explicarle lo mejor posible:

—El doctor Ángel y su equipo están desarrollando una terapia génica muy avanzada. Hay muchas posibilidades de erradicar la enfermedad, pero tienes que colaborar. Esta es la única forma de dejar atrás ese problema de sangre tan raro.

Las lágrimas seguían deslizándose silenciosas por las mejillas de Adriana. Sentía que la información la arrollaba como una avalancha. Solo podía aferrarse a las palabras que más resonaron en su cabeza: curar, dejarlo atrás para siempre.

—Si yo me curo... ¿Mamá también puede salvarse? —preguntó, con la voz ahogada por el llanto.

Gaspar asintió con gravedad.

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