Samanta dio un paso al frente, levantando apenas el mentón, mientras sus labios rojos se curvaban en una mueca de suficiencia.
—No seas tan indiferente, ¿sí? Micaela, solo pensé que sería bueno avisarte de algo antes de tiempo, para que no te lleves una sorpresa.
Después, con un tono lleno de doble sentido, dejó caer sus palabras como quien lanza una piedra al lago.
—No vaya a ser que sigas aferrándote a ilusiones con personas que no valen la pena.
Micaela la miró, impasible.
—Deja el rodeo y suelta lo que tengas que decir. Tengo cosas importantes que hacer.
Samanta soltó una risa ligera, jugueteando con un anillo de diamantes enorme en su dedo, y dijo con un tono lento pero punzante:
—Solo quería mencionarte que probablemente Gaspar y yo pronto daremos el siguiente paso. No sé si él ya te lo contó.
Micaela arrugó la frente. ¿Samanta trataba de sonsacarle si tenía algo con Gaspar? ¿O quería saber si Gaspar le había contado que ella era la donante? Pero Micaela se había comprometido a guardar el secreto, y lo cumpliría.
—Tus asuntos con él no me interesan. No tienes por qué avisarme —respondió Micaela, con aires de superioridad.
Samanta soltó otra risita.
—Sabes que conozco a Gaspar desde antes que tú, así que el destino ya tenía algo bueno reservado para mí.
Micaela, ya fastidiada, preguntó:
—¿A qué vienes con tanto rodeo? ¿Qué quieres decir de una vez?
—Tú nunca vas a entender lo importante que soy para Gaspar —replicó Samanta, con la mirada fija en Micaela, esperando ver en su cara alguna señal de rabia o dolor—. Así que te pido que dejes de acercarte a él con la excusa de ser su exesposa.
Micaela esbozó una sonrisa apenas perceptible, con una pizca de ironía.
—Puedes estar tranquila, si se casan o no es cosa de ustedes. No pienso meterme.
—¿Es por ese tal señor Anselmo? ¿Ya tienes a alguien más en la mira? —inquirió Samanta, convencida de que la reacción de Micaela solo podía significar que había encontrado a otra persona.
Micaela contestó sin emoción:
Entendió de inmediato.
—¿Otra vez Micaela te hizo pasar un mal rato? ¿Qué te dijo ahora?
Samanta bajó la mirada, aparentando resignación.
—De verdad no fue nada. Seguro hice algo que la molestó, quién sabe.
Samanta evitó entrar en detalles, mostrándose como la parte aguantadora de la historia, lo cual solo logró que Lionel sintiera aún más ganas de protegerla y creciera su desagrado hacia Micaela.
Él estaba convencido de que, con todo el éxito que tenía Micaela, también disfrutaba menospreciar a Samanta cada vez que podía. A sus ojos, eso era algo que ella haría.
—No le des importancia —le dijo Lionel, dándole unas palmadas en el hombro—. Las personas que no están en paz consigo mismas no soportan ver que a otros les va bien.
En ese momento, una figura delgada apareció al fondo del pasillo. Tenía intención de entrar para retocarse el maquillaje, pero al ver a la pareja ahí, se detuvo en seco.
Era Paula Orozco, la cita a ciegas de Lionel.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Divorciada: Su Revolución Científica