Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 895

Ramiro se quedó en silencio unos segundos, pensativo, y luego respondió con muchísima seriedad:

—Sí, cuando sospechaste que Gaspar había guardado la muestra de tu mamá, pensaste que era para donar células madre a Samanta. Por eso, les hice las pruebas de compatibilidad, y sí, resultó una compatibilidad exitosa.

—¡Gracias! ¡Gracias, Ramiro! —Micaela casi rompe en llanto, la emoción la desbordaba.

—¿Qué pasó, Mica? ¿Estás bien? —Ramiro preguntó del otro lado, preocupado.

—No es nada malo. Es solo que esto significa mucho para mí, en serio, muchísimo. Menos mal que me ayudaste con esto, porque si no, nunca habría sabido lo importante que era la muestra de mi mamá para mí —la voz de Micaela temblaba, agarró el celular con fuerza, como si de ahí dependiera la vida de su hija.

Ramiro no entendía del todo:

—Mica, ¿te está pasando algo?

—No es por mí, es que necesito esa muestra para una investigación —respondió Micaela—. Ramiro, no te quito más tiempo.

—Te mando el reporte de compatibilidad.

—Va, mil gracias, Ramiro.

Micaela colgó la llamada. Sintió cómo la alegría y la esperanza se le mezclaban en el pecho. ¿Y si el raro anticuerpo neutralizante que Ángel había encontrado en la sangre de Samanta también aparecía en la muestra de su mamá?

Si eso era así, Samanta dejaría de ser la única opción para salvar a su hija.

Las lágrimas de Micaela amenazaban con salirle. Estaba segura de que su papá jamás imaginó esto, que la muestra que dejó de su esposa podría, algún día, curar a su propia nieta.

Este hallazgo era crucial. Representaba una nueva oportunidad, una segunda garantía.

Diez minutos después de colgar, Ramiro le envió el reporte a Micaela. Ella lo abrió sin pensarlo dos veces. En el resultado resaltaba: “Compatibilidad alta, apta para trasplante”. Micaela se cubrió la boca con la mano, y esa alegría que la desbordaba ya no pudo evitarla.

La muestra de sangre de su mamá estaba guardada en el laboratorio de Ángel. Sin pensarlo, Micaela marcó su número.

Cuando terminó de contarle todo, Ángel no pudo ocultar su sorpresa y alegría:

—¿Es cierto, Micaela? Esto es… es como una bendición, de verdad. Nos da la mejor alternativa de respaldo que podíamos tener.