Todos observaron cómo Gaspar se alejaba. Primero, soltaron el aire como si por fin pudieran respirar, pero de inmediato sus nervios quedaron tensos otra vez. Antes de las cuatro de la tarde debían entregar un plan… ¿cómo iban a lograrlo?
Néstor se sentía devastado, como si todo su color hubiera desaparecido. Al principio, se había aferrado a su papel de “futuro suegro” para conseguir un poco de consideración, pero hace apenas unos minutos no tuvo ni el valor de mirar a Gaspar a los ojos. Entendió, con total claridad, que Gaspar era implacable y directo al trabajar, sin dejar espacio para favores ni sentimentalismos.
Poco después, uno de los asesores del Grupo Ruiz apareció. La sola presencia de ese consultor hizo que Néstor sintiera un poco de alivio; al fin y al cabo, sabía que el Grupo Ruiz no lo dejaría en la calle.
El consultor del Grupo Ruiz demostró tener una metodología afinada para resolver este tipo de crisis. Explicó cada paso con precisión, sin dar vueltas, y lanzaba instrucciones directas que iban al grano.
Siguiendo las indicaciones del asesor, Néstor y su equipo, a duras penas, lograron presentar una propuesta final antes de las cuatro.
...
Cuando Néstor regresó a su oficina, las piernas le temblaban y sentía los hombros hechos nudos. Mientras se frotaba el cuello, de pronto alguien le acercó un vaso de agua. Estaba a punto de estallar, pero al ver que era Abril quien se lo ofrecía, la furia se le atoró en la garganta.
—¿Cómo estuvo todo? ¿El Grupo Ruiz sí te echó la mano? —le preguntó Abril, con voz suave.
Néstor dejó escapar un largo suspiro.
—Sí, me ayudaron… pero la actitud dejó mucho que desear.
—¿Cómo crees? ¿Gaspar ni siquiera te dio tu lugar? —Abril alzó las cejas, sorprendida.
—¿Qué lugar? Hoy quedé en ridículo. Mientras Samanta no se case con la familia Ruiz, a mí no me ven como nada, ni siquiera como futuro suegro —gruñó Néstor, apretando los dientes—. No existo para ese tipo.
Abril se acercó por detrás y comenzó a masajearle los hombros con paciencia, como si supiera exactamente cómo aliviarle la tensión. Era evidente que ya estaba acostumbrada a tranquilizarlo de esa manera.
Néstor cerró los ojos y se dejó consentir.
—Samanta lleva años junto al señor Gaspar, ¿no? Ese hombre se divorció hace dos años por ella. Ya debería casarse con Samanta, ¿no crees?
—¿Quién entiende a Gaspar? No sé qué se trae entre manos. Samanta tampoco cuenta mucho sobre lo que pasa entre ellos —Néstor hizo una mueca de fastidio.
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