El conductor arrancó el carro con suavidad, integrándose al flujo de vehículos.
Samanta se acomodó en el asiento trasero, sacó un espejito y revisó con atención su maquillaje, retocando el labial.
El carro llegó hasta la entrada principal del edificio del Grupo Ruiz. Samanta se puso los lentes oscuros antes de bajar.
La recepcionista, sentada en el primer escritorio, la reconoció de inmediato y fue a su encuentro sin titubear.
—Señorita Samanta, bienvenida.
Debajo de los lentes, se asomaba la mitad de su cara perfectamente arreglada. Samanta asintió levemente y caminó directo al elevador exclusivo del presidente.
No necesitaba cita. Desde hacía tiempo, la recepcionista tenía instrucciones claras sobre su entrada. La joven la siguió, casi trotando, y le pasó su tarjeta para activar el elevador y presionó el botón por ella.
La recepcionista acompañó a Samanta hasta el piso donde estaba la oficina principal. Ya ahí, la secretaria personal de Gaspar salió a recibirla.
—Señorita Samanta, buenos días. El señor Gaspar sigue en una reunión, ¿le gustaría esperar en la sala VIP?
—Gracias por la atención —respondió Samanta, inclinando apenas la cabeza con elegancia.
Dentro de la sala VIP, una asistente le llevó café recién hecho y algunos bocadillos antes de retirarse.
Samanta se acercó a la ventana de piso a techo, observando la ciudad que se extendía bajo sus pies. Desde esa altura, el panorama tenía un aire casi irreal.
Cuando la reunión estaba por terminar, la asistente regresó para avisarle. Samanta revisó la hora y decidió salir antes de tiempo, esperando afuera, en el pasillo junto a la sala de juntas.
Cinco minutos después, Gaspar apareció primero, seguido por dos ejecutivos. Caminaba dando instrucciones en voz baja, su expresión seria y su presencia imponente.
Samanta sonrió y fue a su encuentro.
—Gaspar.
Los ejecutivos la reconocieron al instante y le saludaron con cortesía.
—Señorita Samanta.
Gaspar levantó la mirada y, al verla, arrugó apenas el entrecejo.
—Vamos a mi oficina.
En ese momento, Franco también salía entre el grupo de la reunión. Al ver a Samanta al lado de Gaspar, vaciló un instante, dudando si acercarse.
Gaspar y Samanta caminaron juntos hacia la oficina. Franco, que tenía que hablar en privado con Gaspar sobre un asunto urgente, no tuvo más remedio que esperar en la sala contigua.

Verifica el captcha para leer el contenido
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Divorciada: Su Revolución Científica