A la mañana siguiente.
Mientras Micaela le acomodaba el cabello a su hija, Pilar soltó, llena de alegría:
—Mamá, hoy papá va a llevarme a la escuela. Anoche quedamos en eso.
—Está bien —respondió Micaela. Ese tipo de decisiones de su hija prefería no cuestionarlas.
Cuando Pilar salió con su mochilita colgada en la espalda, Gaspar ya la esperaba en la puerta.
—Vámonos —dijo, tomando la mano de su hija. Luego levantó la mirada hacia Micaela y notó que ella también llevaba su bolso, lista para salir.
Los tres subieron juntos al elevador. Pilar, al darse cuenta de que ninguno de sus papás decía nada, miró de un lado a otro, con sus ojos grandes y redondos, y bajó la cabeza, un poco triste.
Gaspar, atento, notó el cambio en la niña. Se agachó y le preguntó en voz baja:
—¿Qué pasa, mi amor?
—Los papás de otros niños siempre se ven felices juntos, pero ustedes ni siquiera platican —dijo Pilar, diciendo en voz alta lo que sentía.
Y tenía razón. En ese momento, entre Micaela y Gaspar no había nada qué decirse. Si acaso, solo temas de trabajo.
Gaspar le revolvió el cabello con ternura, sintiendo una punzada de culpa en el fondo.
Micaela también miró a su hija, pero de pronto sus ojos se cruzaron con los de Gaspar. Él tenía la mirada profunda, llena de emociones encontradas. Ella, incómoda, apartó la vista y le dijo a la niña:
—Portate bien en la escuela y come bien, ¿sí?
—Sí, mamá, ya sé —contestó Pilar, asintiendo con fuerza.
...
La mañana de primavera hacía que la entrada de la escuela estuviera más animada que de costumbre. Padres y madres se despedían de sus hijos, mientras Gaspar caminaba de la mano de Pilar hasta la puerta. Se agachó para acomodarle el uniforme.
—Anda, corre.
—¡Pilar! —Viviana llegó dando saltitos. Jacobo observaba desde unos pasos atrás.
Cuando las niñas entraron, Gaspar se acercó a Jacobo, quien le preguntó:
—¿Tienes tiempo al mediodía? Le dije a Lionel de ir a comer.
—Mejor otro día. Ahora ando con unos asuntos personales —contestó Gaspar.
Jacobo se quedó callado, sorprendido, pero no insistió. Solo asintió:
—Bueno, avísame cuando puedas.
—Claro —dijo Gaspar, y cada uno se fue hacia su carro. Gaspar se marchó primero, y el carro de Jacobo salió un rato después.

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