Ese día, Lionel estaba borracho, pero aun así, él sentía que su comportamiento no había sido tan malo. Además, esa noche… Lionel había confundido a Paula con Samanta, así que, en el fondo, no podía permitirse quedar mal.
En ese momento, dos figuras llegaron corriendo, visiblemente angustiadas.
—Paula, Paula.
—¡Papá, mamá, estoy aquí! —gritó Paula, reconociendo a sus padres.
Eliana se abalanzó hacia ella, tomando el rostro de su hija con las manos, revisándola con desesperación.
—Déjame ver, hija, déjame ver… ¿cómo fue que te lastimaste tanto?
Mientras hablaba, los ojos de Eliana se llenaron de lágrimas. El dolor de ver a su hija así la desbordaba.
Ulises Orozco, parado a un lado, también estaba destrozado por dentro. Sin embargo, al ver a Lionel, le dirigió una mirada llena de gratitud.
—Lionel, qué bueno que estabas cerca y pudiste ayudar.
Lionel se puso de pie y respondió:
—Solo fue cuestión de suerte que viera a Paula. Por suerte, el doctor dijo que solo son heridas superficiales. Estamos esperando el resultado de una tomografía.
—Gracias, muchas gracias —dijo Ulises, conmovido.
Eliana también le sonrió agradecida.
—Lionel, si no hubieras estado ahí, mi hija habría pasado por algo mucho peor.
Paula, queriendo que Lionel no se sintiera incómodo, intervino:
—Lionel, ya están aquí mis papás, de verdad, puedes irte tranquilo.
—¿Tienes algo urgente que hacer, Lionel? —preguntó Eliana rápidamente.
—Eh… no, no es nada tan importante. Señor, señora, cuiden mucho a Paula. Yo mejor me voy.
—Ven un día a la casa a comer —añadió Eliana, intentando retenerlo un poco más.
Lionel asintió y, con una sonrisa, se despidió:
—Claro que sí.
Paula observó cómo Lionel se alejaba. Sus ojos se quedaron fijos en su espalda, y una sombra de tristeza la invadió. Sabía que Lionel solo la veía como una amiga, así que no podía ilusionarse con nada más.
—Lionel, ¿qué te pasó aquí? ¿Te lastimaste? ¿Te hicieron algo?
Lionel siguió su mirada y vio la mancha. Decidió no ocultarle nada y le contó rápidamente lo que había pasado en el camino.
—¿Paula se lastimó mucho? —preguntó Samanta, genuinamente preocupada.
—Por suerte no fue grave. Solo se golpeó la cabeza, le dieron unos puntos, pero ya está fuera de peligro —explicó Lionel, confiando en que Samanta lo entendería.
Samanta vio dónde estaba la mancha de sangre, y comprendió al instante: Paula había apoyado la cabeza en el hombro de Lionel, quizá él también la había abrazado. La sonrisa de Samanta se desvaneció un poco, pero se esforzó por mantenerse serena.
—La película ya empezó, mejor entremos.
...
Dentro de la sala, ya todo estaba oscuro. Lionel buscaba sus lugares cuando, de repente, sintió que Samanta se aferraba a su brazo y pegaba su cuerpo al de él.
—Lionel, ¡qué oscuro está!
De inmediato, el cuerpo de Lionel se tensó. En la penumbra, podía sentir la respiración de Samanta rozándole el cuello.

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