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Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 94

En el pasillo, Samanta se acercó a Lara con curiosidad.

—¿Cómo es que Micaela terminó en tu equipo de investigación?

—¿La conoces? —replicó Lara con voz tranquila.

—Sí, la conozco —contestó Samanta, sin dar más detalles.

Lara apenas se inmutó.

—Su papá, Kevin, es alguien muy respetado en el mundo médico. Es amigo cercano de nuestro académico, el Dr. Leiva. Por él, Micaela tuvo chance de unirse al equipo.

Samanta asintió, como si de pronto todo tuviera sentido.

Micaela solo había regresado a la universidad de medicina porque no quería seguir siendo una simple ama de casa. Sin duda, haría lo que fuera necesario para entrar al laboratorio y demostrar que podía lograr mucho más.

Pero el mundo de la investigación no era un lugar al que cualquiera pudiera entrar solo con ganas.

Entonces, Lara le preguntó:

—¿Y tú? ¿Por qué viniste?

Samanta estaba a punto de responder cuando vio que Micaela salía de la sala de reuniones cargando una computadora. Samanta sonrió con malicia.

—En realidad, yo no pensaba venir, pero Gaspar me insistió tanto que no me quedó de otra.

Lo dijo a propósito, asegurándose de que Micaela la escuchara.

Lara notó que Micaela se acercaba y, apurada, tomó a Samanta del brazo.

—Mejor platiquemos en mi oficina.

—Perfecto —aceptó Samanta, lanzándole a Micaela una mirada triunfante antes de seguir a Lara.

...

Mientras tanto, Gaspar conversaba en la oficina de Ramiro. Le entregó un documento y explicó:

—Este archivo me lo dio mi suegro hace años; lleva su firma. Les pido que inicien cuanto antes esta investigación.

Ramiro observó el documento, sorprendido. El nombre de la donante en la solicitud era Fabiana, la mamá de Micaela; el archivo tenía el mismo número de registro de la donación que Fabiana realizó hace catorce años, justo cuando falleció.

—Señor Gaspar, ¿quiere que usemos la médula ósea de su suegra como base para el experimento? —preguntó Ramiro, atónito.

Gaspar levantó la mirada.

—¿Hay algún problema con eso?

—Bueno… —Ramiro vaciló—, ¿no sería mejor pedirle su autorización a su esposa, Micaela, antes de continuar?

—Gaspar, déjame presentarte a mi hermana, Lara.

Lara se detuvo frente al hombre. Era alto, de mirada firme y rasgos marcados. La imponía su sola presencia, y no pudo evitar sentirse nerviosa.

—Mucho gusto, Sr. Gaspar —saludó Lara, esbozando una sonrisa.

Gaspar asintió con la cabeza.

—Me han hablado de tus logros con los virus esféricos. Muy impresionante.

Los ojos de Lara brillaron un instante. Sonrió, agradeciendo.

—Gracias.

Samanta, por su parte, evitó mencionar la situación de Micaela en el equipo. Prefería no darle a Gaspar motivos para protegerla más de la cuenta.

...

En la oficina, Ramiro seguía revisando los papeles, rascándose la frente sin entender nada.

¿Cómo era posible que el señor Kevin hubiera decidido donar la médula de su esposa justo para que Gaspar, su yerno, la usara en una investigación? ¿Y además con su propia firma?

Nada cuadraba.

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