Entrar Via

Divorciada: Su Revolución Científica romance Capítulo 975

Al llegar a la puerta, no pudo evitar volver a decir:

—Mi hermano, toda mi familia y yo te debemos mucho. Gracias por todo.

Micaela no respondió. Simplemente regresó a su asiento frente a la computadora, enfocándose en los nuevos datos que aparecían en la pantalla.

Adriana cerró la puerta con cuidado, con el corazón hecho un nudo.

Si hasta ella se sentía tan mal, ¿cómo estaría su hermano cuando supiera que Micaela ya lo había dejado atrás por completo? ¿Cuánto le dolería a él esa verdad?

Solo podía hacer lo que estaba en sus manos. Lo demás, aunque quisiera, ya no podía ayudar.

...

La noche había caído.

¡Bar!

Samanta estaba en un rincón, sosteniendo su celular. Le tomó una foto a la mesa repleta de botellas y la envió directo a Gaspar.

[Gaspar, si todavía te importo, ven a buscarme. Si no, te juro que me tomo todo esto.]

Después de enviar el mensaje, Samanta no despegó la mirada del celular, esperando ver la reacción de Gaspar, como había pasado tantas veces antes.

Siempre era igual. Cada vez que hacía esto, Gaspar llamaba de inmediato. Ya fuera para regañarla, ordenarle algo, o ir a buscarla personalmente, ese sentimiento de que alguien se hacía cargo, de que a alguien le importaba, le resultaba adictivo.

Estaba convencida de que esta vez no sería la excepción.

Pero los minutos pasaban, uno tras otro. La pantalla seguía apagada, sin una sola respuesta. Nada.

Samanta tragó saliva, tratando de aguantar la ansiedad. Al final, le mandó otro mensaje.

[Gaspar, ¿de verdad crees que no me atrevo?]

Ya sonaba a amenaza.

Sabía, con certeza, que su peor miedo de los últimos diez años se había hecho realidad.

Gaspar ya no la necesitaba. ¿Sería que había encontrado otra solución? ¿O acaso ya tenía a otra persona para reemplazarla? ¿La iba a sacar de su vida como si fuera basura?

—Samanta, no sigas con esto —rogó Noelia, desesperada—. Si te pasa algo, ¿de qué sirve todo lo que has logrado? Si tienes problemas, mejor háblalo, pero no te lastimes así.

Samanta ni la escuchó. Después de otras dos bocanadas de licor, sus ojos se llenaron de rabia y rencor. Se quedó viendo su celular, como si esperara un milagro, pero la pantalla seguía muda.

De pronto, respiró hondo, temblando de coraje, y llamó directamente a Gaspar.

El teléfono sonó eternidades. Justo cuando pensó que él no contestaría, al fin la llamada entró.

—Gaspar, Gaspar, ¿me oyes? Estoy tomando, ¿lo ves? ¿Y tú...?

Una voz masculina, serena hasta rozar lo impasible, la interrumpió.

—Incumpliste el trato.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Divorciada: Su Revolución Científica