Jacobo se recargó en el sofá, la amargura en sus ojos se intensificó. Aquella vez en Villa Fantasía, había sentido con claridad los sentimientos de Anselmo por Micaela: eran apasionados, descarados, sin reservas. Nada que ver con él mismo, que siempre pensaba demasiado, que no se atrevía a dar el paso. En cambio, Anselmo solo necesitaba que Micaela asintiera y le daría un hogar sin dudarlo.
Lionel, al notar la sombra de tristeza en Jacobo, se jaló el cabello y preguntó:
—¿Entonces ni tú ni Gaspar tienen chance?
Jacobo se frotó el entrecejo, negó con la cabeza y respondió:
—No es tan simple, todo depende de lo que Micaela elija. Ella no se fija en la familia ni en el dinero.
—Pero con todo lo que tiene Anselmo, si él decide lanzarse, yo creo que a Micaela sí le va a mover el tapete —reviró Lionel.
—Yo ya no tengo posibilidades, mejor veamos qué logra Gaspar —suspiró Jacobo. Tomó la botella de licor más cercana, y sin servirse en vaso, comenzó a beber directamente.
—¡Ey, ey! —Lionel se apresuró a quitarle la botella—. Ya tomaste suficiente por hoy, párale.
Platicaron un rato más, hasta que Lionel miró la hora: ya era la una de la mañana. Ayudó a Jacobo a levantarse y le dijo:
—Vámonos, esto ya se acabó por hoy.
Jacobo, medio mareado, se llevó la mano a la frente y murmuró:
—Me voy a quedar en un hotel por aquí, no regreso a casa.
Poco después, el asistente de Jacobo llegó para llevárselo.
Lionel, mientras esperaba a su propio asistente, se quedó parado en la entrada del bar. La brisa nocturna, fresca y suave, le despejó la mente. Bajo la luz de la calle, intentó poner en orden sus pensamientos.
Siete años de obsesión, y todo se vino abajo de golpe. No solo sentía dolor, sino también una extraña ligereza, como si al fin pudiera respirar.
Sacó su celular. Aunque ya pasaba de la una, no pudo evitar buscar el contacto de ella en WhatsApp y escribirle un mensaje.
[Paula, ¿sigues despierta?]
Pensó que ya era muy tarde, y soltó una risa resignada antes de volver a guardar el celular en el bolsillo. Pero en ese instante, el aparato vibró.
Al leer eso, el corazón de Lionel empezó a latir con fuerza desbocada, como si quisiera salirse del pecho. Tomó aire y escribió, palabra por palabra:
[¿Y si esa chica eres tú, me rechazarías?]
En cuanto lo envió, se quedó mirando la pantalla, con el corazón brincando tan fuerte que hasta le zumbaban los oídos.
¿Habría sido demasiado directo? ¿La habría asustado? ¿Pensaría que es un payaso?
Entró en pánico y quiso borrar el mensaje, pero ya era demasiado tarde.
Justo cuando sentía que iba a volverse loco por todos esos pensamientos, el celular vibró de nuevo.
La respuesta de Paula era sencilla, solo dos palabras.
[No lo haría.]
Lionel parpadeó varias veces, sin creer lo que veía. Revisó el mensaje una y otra vez, y una alegría inmensa lo invadió. Se le escapó una sonrisa boba y estuvo a punto de saltar de la emoción, como un chamaco enamorado.

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