Hacer que ese hombre le obedeciera siempre había sido uno de los deseos que Ariana no pudo cumplir en su vida pasada.
Aunque ahora ya no sentía nada especial al respecto, eso no le impedía querer darse el gusto de cumplir ese pequeño capricho, aunque fuera solo para cerrar ese ciclo pendiente.
Esteban, al escucharla, dejó el reporte médico sobre la mesa y, sin cambiar ni un poquito la expresión, soltó:
—Te voy a llamar a un auxiliar para que te cuide.
Dicho esto, el hombre marcó de nuevo en su celular y empezó a hablar mientras se alejaba.
Ariana se quedó en silencio.
La verdad, no necesitaba que nadie la cuidara. Ella conocía bien su propio cuerpo. Mientras estuviera lejos de ese hombre, iba a sentirse de maravilla…
¿Eh?
¡Un momento!
¿Acaso ahora podía disfrutar tranquilamente su cena, ahí mismo frente a Esteban?
Él estaba sentado al borde de su cama, a menos de un metro de distancia.
Ariana parpadeó sorprendida. ¿Será que el tratamiento para quitarse esa ansiedad empezaba a funcionar?
—No deberías acostarte justo después de comer, no es bueno para el estómago —comentó él, guardando el celular y, sin mirarla siquiera, le soltó esa advertencia.
Ariana se quedó helada. Ese hombre, con tal de sacarle información sobre quién estaba detrás del dron, ¿era capaz de llegar tan lejos?
¡Qué miedo!
—Si ya llamaste al auxiliar, entonces te puedes ir de una vez —dijo Ariana sin rodeos.
Pero ahora Ariana ya no era esa chica ingenua de antes.
No importaba cuánto se rebajara ese hombre o intentara engañarla con sus palabras, ella no pensaba darle el gusto.
Él se quedó callado un momento. Finalmente preguntó:
—¿Así que terminaste así… por mi culpa?
¿Será por eso que buscó ayuda con un psicólogo?
Desde aquella noche, cuando él la rechazó y la sacó de su estudio, la forma en que Ariana lo miraba cambió por completo.
Al principio, no le dio importancia; pero hoy…
—¿Te vas a ir o no? —dijo Ariana, interrumpiendo sus pensamientos, con una expresión de impaciencia—. Si no te vas, por lo menos recoge tus cosas.
Esteban, al ver esa mirada de fastidio, de pronto recordó una escena de hace años…
...
En una esquina del campus de la Universidad de San Márquez, una chica joven tenía la misma expresión distante y desdeñosa. Incluso se notaba un poco altiva cuando, frente a un chico que le acababa de confesar su amor, soltó con ironía:
—Por lo menos eres sincero contigo mismo. Tienes razón: no tienes el dinero que él tiene, ni su posición, ni siquiera te ves tan bien como él. Así que dime, ¿por qué habría de dejar pasar una oportunidad así para fijarme en ti?
El chico, humillado por esas palabras, se puso rojo igual que las rosas que sostenía en la mano. Sin embargo, no se dejó vencer:
—Tú no me quieres, pero eso no significa que él sí te quiera a ti.
...

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Arte de la Venganza Femenina