Ariana no lograba entender por qué Esteban había aceptado contarles a Salomé y Héctor sobre su divorcio, pero había dejado fuera a la abuela, a Nerea y al resto de la familia Ferreira que también estaban enterados.
Si lo hubiera sabido desde el principio, habría incluido a todos esos testigos en las condiciones. Se dio cuenta, demasiado tarde, de su error.
Ahora, Ariana solo esperaba que la abuela no se pusiera tan intensa. Si llegaba a molestar a su familia, que luego no le reclamaran cuando ella decidiera romper el acuerdo de confidencialidad.
...
Al día siguiente, justo a las dos de la tarde, Esteban recibió una llamada de un número desconocido.
En ese momento iba camino al aeropuerto. Jesús manejaba el carro, mientras su asistente, Gonzalo, iba sentado a su lado.
Esteban tenía un presentimiento. Sentía que esa llamada podía ser de “esa persona”, así que no dudó en contestar.
Apenas respondió, escuchó la voz de una mujer joven al otro lado.
—¿Señor Ferreira? Escuché de Ariana que estabas buscándome.
Esteban se quedó un segundo en shock. ¿Una mujer? En su cabeza, siempre había imaginado que la persona detrás de ese dron era un tipo.
Sin embargo, cuando habló, no dejó ver ninguna sorpresa. Su voz sonó baja, tranquila, imperturbable.
—Así es. ¿Cómo te puedo llamar?
La joven respondió, con tono directo:
—No hace falta que me llames de ninguna manera. Mejor dime, ¿para qué me buscabas?
Bien. Bastante directa.
Esteban tampoco quiso rodeos y fue al grano:
—Vi el video que grabaste con el dron. El ángulo, la distancia, todo estuvo perfectamente controlado. Me impresionaste. Por eso quiero invitarte a unirte al proyecto de desarrollo Flash Aeronave del Grupo Ferreira. ¿Estarías interesada?
Gonzalo, que iba revisando el itinerario, levantó la mirada sorprendido al escuchar eso.
¿Qué onda? ¿El presidente Ferreira tenía a otras personas en la mira?
Si se suponía que estaban volando a La Nueva Cartago para reclutar talento, ¿entonces qué era esto?
Gonzalo contuvo la respiración, atento a cada palabra.
Tal como lo sospechaba, era amiga de Ariana. Igualita: le colgó el teléfono sin ningún aviso.
Aguantando las ganas de explotar, Esteban dejó el celular a un lado.
Gonzalo, atento a cada reacción, se animó a preguntar en voz baja:
—Presidente Ferreira, ¿quién era esa persona?
Esteban se frotó el entrecejo, sin ganas de explicar.
—Nadie importante.
No estaba de humor para dar detalles.
Gonzalo entendió la indirecta y prefirió quedarse callado.
Esteban cerró los ojos, fingiendo dormir. Claro que no iba a poner todas sus esperanzas en Ariana. Si lograba reclutar a alguien valioso por medio de ella, excelente. Si no, tenía otros planes.
Solo esperaba que la “estrella” que iban a buscar en La Nueva Cartago sí estuviera a la altura de sus expectativas.

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