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El Arte de la Venganza Femenina romance Capítulo 122

Al mismo tiempo, en Residencial Senda Nueva...

Ariana se quitó el modulador de voz, apagó el software y luego se levantó para echarse sobre el sillón perezoso, soltando un suspiro largo y profundo.

Ahora sí, ese fastidioso perro de Esteban debería dejar de molestarla, ¿no?

Desde hacía tiempo, él la traía de un lado para otro, obligándola a salir con extremo cuidado cada vez, y ni siquiera podía recolectar información con tranquilidad.

Si no fuera porque manejaba el carro como experta y había instalado un detector antirrastreo, seguro ya estaría en serios aprietos con un tipo tan retorcido y tramposo como Esteban siguiéndola los pasos. Solo pensar en eso le revolvía el estómago.

Ariana se recostó de lo más relajada, aunque su mente seguía trabajando a toda velocidad.

Ya había despistado a Esteban, así que el siguiente en la lista era Marisol.

Durante estos días, había ido reuniendo información poco a poco, y ya tenía bien claro lo que necesitaba saber sobre Marisol.

Si en su vida pasada Marisol había inventado chismes y acusado falsamente a su papá porque alguien se lo pidió, entonces, lo más probable era que la persona detrás de todo fuera Esteban.

Eso le daba una pista más para seguir investigando.

...

Eran casi las tres de la tarde cuando Ariana se cambió de ropa y se alistó para salir.

Era sábado, y ella sabía que Marisol no tenía clases. También sabía que aprovechaba los fines de semana para trabajar y así poder pagarse sus propios estudios.

Ariana decidió ir otra vez al restaurante mexicano donde la vez pasada había ido a comer con su papá.

Marisol trabajaba ahí de mesera.

Tal como lo suponía, quien le llevó la comida fue Marisol.

Marisol, al verla, se notó emocionada.

—¡Ari! ¿Todavía te acuerdas de mí?

Ariana fingió sorpresa, poniendo una expresión de duda en la cara.

—¿Eres... la estudiante de mi papá?

Marisol sonrió radiante.

—¡Sí! Me llamo Marisol.

Ariana preguntó con curiosidad:

—¿Siempre trabajas aquí los fines de semana?

Mientras le dejaba el último platillo en la mesa, Marisol respondió con una sonrisa sincera.

—Sí, este semestre no tengo clases los sábados ni domingos, así que aprovecho para trabajar y así pagar la colegiatura.

Ariana fingió asombro.

—¿Tienes que ganar tu propia colegiatura? ¿Tu familia no te apoya con dinero?

Marisol no perdió la sonrisa, como si ya estuviera acostumbrada a ese tipo de preguntas. Su tono era natural, fuerte y sin complejos.

—Soy huérfana, así que no tengo familia.

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